Ampliar
Casi con seguridad podríamos decir que no hay escuelas ni colegios que hoy se sientan libres del bullying entendiéndolo como acoso físico o psicológico al que someten, de forma continuada, a un alumno sus compañeros.
El examen de la complejidad del fenómeno del bullying llevará a comprenderlo con más claridad y nos dará pautas más seguras en la búsqueda de respuestas reparadoras.
LA NATURALEZA SOCIAL DE LA VIOLENCIA
Entre las noticias difundidas a través de los medios ocupan un lugar notorio las que tienen a jóvenes como protagonistas de actos de violencia.
A la pregunta “¿por qué los jóvenes son violentos?” Habría que contestar “¿y por qué no habrían de serlo?, ¿no lo son también los adultos, las autoridades, los mismos padres? ¿Es que acaso la agresión no es un componente de las sociedades humanas tan antigua como la concordia? La violencia en los últimos años se está convirtiendo en una constante pasando a los jóvenes la idea equivocada de que el más fuerte impone la ley, por lo que los adolescentes creen que con la fuerza se resuelven los problemas.
Bruno Bettlheim expone, de modo convincente, la línea a seguir por los adultos: “Si permitimos que los niños y los jóvenes hablen francamente de sus tendencias agresivas, también llegarán a conocer la índole temible de tales tendencias. Sólo esta clase de reconocimiento puede conducir a algo mejor que, por un lado, la negación y la represión y, por otro, a un estallido violento. De esta manera la educación puede inspirar el convencimiento de que para protegerse a sí mismo y que para evitar experiencias temibles, hay que afrontar constructivamente las tendencias agresivas, tanto las propias como las ajenas”
En el momento de mayor crisis solemos simplificar el análisis de lo que pasa. Esta simplificación permite, por un lado, tomar decisiones rápidas, pero por otro nos evita analizar en toda su dimensión la situación, con lo que perdemos la oportunidad de aprender sobre lo vivido.
Intentar resolver este problema, es un aprendizaje que no se dan cuando se carecen de modelos significativos para imitar. Si los que nos rodean, si el mensaje de los medios es difuso con prevalencia de antivalores uno se convence de que esa es la manera de actuar, pues es la que se muestra.
EL BULLYING EN LA ESCUELA
El bullying se produce por la exposición de un alumno, de forma repetida en el tiempo, a acciones negativas que llevan a cabo otro u otros compañeros, destacando el desequilibrio de poder y el deseo consciente de herir, ya sea física como verbalmente o procediendo a la exclusión social. Un estudiante o un grupo se aprovechan de un alumno en particular y se ganan la lealtad de los curiosos que miran pero que desean, a toda costa, evitar convertirse en la próxima víctima. Sienten pánico de verse excluido del grupo y de los beneficios que conlleva. Por eso el acoso incluye a los agresores, la víctima y un grupo de espectadores.
Este tipo de agresión, en general, sucede en lugares donde no hay adultos supervisando. Puede ocurrir dentro o alrededor de la escuela, aunque ocurre más a menudo en las clases de educación física, en lugares apartados, vestíbulos, baños, en micros escolares, en paradas de colectivos y actividades extraescolares.
Las causas, como decimos, son complejas:
• Se busca ser “normal” como los demás, compartir códigos de pertenencia (vestimenta, amigos, peinados, lugares donde ir a divertirse) del que quedan excluidos, separados, los extraños que no siguen determinados cánones.
• Búsqueda de la identidad sexual: Los referentes femeninos y masculinos vienen marcados por los estilos de vida, de ropa y no por una elaboración psíquica de estos referentes.
• Debilitamiento de la función paterna en cuanto a su desempeño contenedor y protector.
• El declive de la imagen social del maestro o profesor que hoy queda desautorizado de su rol ante los padres y los alumnos. Tiene más peso el criterio del alumno que el del profesor.
• Incremento de soportes digitales donde aparecen imágenes de violencia y agresiones junto con la proliferación de “reality shows” televisivos donde abundan actos y conductas agresivas.
Las agresiones pueden ser:
• físicas directas: pegar, dar empujones, amenazar, intimidar, e indirectas: esconder, romper o robar objetos de la víctima
• verbales directas: abuchear, burlarse, insultar e Indirectas: hablar mal de alguien o difundir rumores falsos cuando no está, hacer que lo oiga por casualidad, enviarle notas groseras, cartas, mails, hacer pintadas
• sociales directas: rechazar alguien en los juegos en el patio, en las actividades en la clase e indirectas: ignorar a alguien como si no estuviera o como si fuera transparente
• digitales (utilizando tecnologías): llamadas y mensajes de texto (sms), de chats, mails, fotografías y vídeos enviados directamente mediante el móvil o el correo electrónico. Indirectas: comentarios, fotografías y vídeos colgados en las redes sociales de manera anónima, vídeos en YouTube, suplantación de personalidad para enviar o publicar material comprometedor
VÍCTIMAS Y VICTIMARIOS
Los que reciben las agresiones suelen ser chicos o chicas tímidos, introvertidos, con pocas relaciones interpersonales, con baja aceptación por parte de sus iguales ya sea por alguna diferencia física o por la imagen que de ellos se formaron.
La ansiedad es una característica psíquica que se presenta de forma considerable. También pueden tener cuadros depresivos y, en los casos más graves, cuando la victimización se prolonga en el tiempo, intentos de suicidio. Tienen una baja autoestima y un grado medio de autocontrol a la vez que su ambiente familiar trata al conflicto de forma moderada y donde se sobreprotege al sujeto no permitiéndole el desarrollo de su autonomía.
La víctima, repetidamente es objeto de burlas, insultos, humillaciones, etc., lo que provoca una serie de consecuencias que inciden directamente en su correcto desarrollo y maduración, como en el fracaso escolar, debido entre otros factores a las dificultades de concentración que presentan, fobia a la escuela y sentimiento de desprotección de parte de los adultos..
Los victimarios, que a la vez son víctimas de su propio descontrol y de su dificultad para manejar sus miedos suelen ser agresivos, extrovertidos, provocadores, ansiosos y poco inclinados a la aceptación de normas, con una alta autoestima favorecida por sus “triunfos” obtenidos sobre sus compañeros más débiles. Suelen venir de ambientes familiares conflictivos donde hay escaso control emocional y enfrentamientos que se resuelven con violencia. Con frecuencia son varones, de complexión fuerte, cuya edad es superior a la media del grupo. Su rendimiento escolar, en general, es bajo y presentan una actitud negativa hacia la escuela y el maestro.
Finalmente para los espectadores observar este tipo de actos, también tiene consecuencias porque llega un momento en que se produce una desensibilización respecto a la violencia. Esto es, al estar inmersos repetidamente a estas situaciones la consideran normal. Esta “coraza” ante el dolor ajeno es fácil de ver también en nosotros, los adultos, que al estar tan expuestos a las noticias televisivas y películas con una fuerte dosis de agresión ya casi no nos inmutamos.
El acoso escolar es favorecido y reforzado gracias a la “ley del silencio y del miedo” que se impone. Las víctimas por temor a las represalias, los compañeros por miedo a ser agredidos. Al final, los que presencian un acto de agresión y no intervienen, se convierten en cómplices del agresor.
Sabemos que no es fácil resolver estas situaciones. Intentaremos en la próxima nota dar algunas pautas de acción cuya eficacia ha sido probada. (-Por Lic. Cecilia Barone*-)