La dirigencia sindical de Argentina ingresó en una crisis interna cristalizada en la renuncia de uno de sus máximos exponentes. Pablo Moyano, líder del gremio de Camioneros, abandonó su cargo de cosecretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), denunciando la falta de voluntad de la cúpula gremial para avanzar en una nueva huelga contra el ajuste desplegado por el Gobierno de Javier Milei.
Moyano venía presionando puertas adentro de la entidad para impulsar un nuevo paro general contra el programa económico, plan que fue desatendido por sus compañeros. "No hay un clima apropiado para que una medida de fuerza pueda desarrollarse con éxito", justificó Andrés Rodríguez, dirigente de la CGT en representación de los trabajadores estatales, cuyo poder adquisitivo se derrumbó un 15% el último año, de acuerdo al Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC).
La implosión al interior de la máxima central gremial del país, que representa a más de tres millones de trabajadores, había comenzado en las últimas semanas cuando quien dio el portazo fue el líder de los trabajadores del automotor, Mario Manrique, quien calificó a la dirigencia de la CGT de "idiotas útiles" al Gobierno de Milei.
La postura adoptada por la cúpula gremial contrasta con la conducta expresada hace apenas meses atrás por los mismos triunviros, quienes desplegaron dos huelgas generales de carácter nacional contra el ajuste de Milei a menos de cinco meses de su asunción, constituyendo el par de medidas de fuerza más tempranamente ejecutado contra un Gobierno recién asumido.
"Hay un claro cambio de perspectiva en el sindicalismo. La misma CGT, que impulsó las huelgas en tiempo récord, ahora decidió amigarse con el Gobierno: el gremialismo volvió a optar por la negociación en lugar del conflicto, lo cual es una clara victoria para Milei", dijo a Sputnik el politólogo Pablo Romá.
Según el experto, "hay mucha presión puesta sobre la dirigencia gremial para que delinee un perfil más combativo. Está claro que hay cierta tolerancia al ajuste en una porción importante de la población, pero eso no implica que esto no tenga límite".
Los números hablan por sí solos. El citado informe del INDEC precisó que, mientras que la inflación acumulada entre septiembre de 2023 y el mismo mes de 2024 fue del 209%, los salarios tuvieron un incremento promedio del 182,9%: es decir, su poder adquisitivo continúa 27 puntos atrasado respecto a la evolución de los precios.
De acuerdo al consultor, la estrategia de la cúpula gremial de optar por la negociación antes que por la confrontación "les ha costado a los dirigentes sindicalistas la mala imagen que tienen en la opinión pública, ante la cual aparecen como burócratas más que como trabajadores. Es importante marcar que esto no alcanza a los gremios en sí, sino a varios de sus líderes"
El cuestionamiento montado sobre la cúpula gremial del país halla sendos motivos de fondo. En un país signado por la creciente precarización laboral —cuyas condiciones corren por fuera de las lógicas sindicales—, la relación entre los jerarcas sindicales y una porción importante de los trabajadores (cifras oficiales estiman que la informalidad laboral supera al 40% de la población activa) se ve irremediablemente lacerada.
"La expansión de la informalidad laboral, sobre todo entre los más jóvenes, es un grave problema para la dirigencia gremial: cada vez hay menos personas identificadas con los sindicalistas que históricamente supieron representar sus intereses", remarcó Romá.
El segundo factor determinante de la complejidad que signa a lógica representativa está dada, según el analista, por el carácter transversal del apoyo a Milei, quien se impuso con más del 55% de los votos en el balotaje presidencial del 2023.
"Es importante destacar que, por más paradójico que suene, hay muchísimos trabajadores que apoyan al Gobierno aún en esta situación. No es que por el hecho de que hayan perdido poder adquisitivo vayan a apoyar la conflictividad social, sino que están dispuestos a tolerar el ajuste en pos de su esperanza por un futuro mejor. Hay que matizar las identidades políticas", aseguró el consultor.
"Más allá de cualquier desprestigio que pueda haber en torno a dirigentes puntuales, Argentina tiene una fuerte tradición sindical que ha distinguido al país en Latinoamérica y que no será fácil de eliminar. Sin embargo, cuanto más crezca la distancia entre representantes y representados, más complicado será que recuperen su legitimidad", sostuvo Romá.