Con la convocatoria a elecciones generales anticipadas para el día 23 de julio, el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, ha iniciado una maniobra con el fin de influir en su futuro político, ante el hundimiento de su Partido Socialista Obrero Espanol (PSOE) en las elecciones regionales y municipales del fin de semana pasado. Aunque quiera evitarlo, a él y a su país le esperan meses abrasadores, que llevarán a una cierta parálisis de los procesos políticos internos y externos, a raíz del inicio de una campaña electoral confrontativa, que absorberá los esfuerzos del liderazgo político de España.
Independientemente de la pregunta sobre si esta medida de contraataque para recuperar su capacidad de actuación interna resultará exitosa, es un revés para muchos procesos europeos, ya que España asumirá en el segundo semestre del año 2023, esto es, el día 1ro de julio, la presidencia de la Unión Europea (UE). La UE se encontrará entonces con un Gobierno en pleno proceso electoral, con las complicaciones de una agudización de la de por sí muy alta polarización interna del país ibérico.
Los efectos de estas turbulencias internas alcanzarán también las relaciones euro-latinoamericanas, que habrían debido recibir un impulso importante por parte de España, ya mucho antes de asumir su responsabilidad, con un liderazgo visible en Europa.
El país se encontrará sumido en un agrio debate interno entre el partido de Sánchez y su aliado de izquierda (Unidas Podemos), abatido por una crisis interna profunda, por un lado, y el Partido Popular (PP), que tiene que definir su relación con la extrema derecha del partido Vox, por el otro. Y justamente Vox ha replanteado la relación con América Latina, como un tema en el cual desea profundizar su perfil político, en alianza con otras fuerzas de la nueva derecha latinoamericana.
Así, con esta decisión, se desdibuja el anhelado papel de España, que durante su presidencia del Consejo de la UE pretendía fungir como catalizador para el relanzamiento de las relaciones euro-latinoamericanas.
Se corre el grave peligro de que la próxima cumbre UE-Celac de jefes de Estado y de Gobierno -que se celebrará en Bruselas los días 17 y 18 de julio, y que es por cierto la primera desde el año 2015- adquiera dimensiones electorales cinco días antes de los comicios en España, porque el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, podría utilizar este evento para fines electoreros.
Además, su palabra contará mucho menos en el contexto europeo, así como frente a las contrapartes latinoamericanas y caribeñas, que esperaban de él un papel activo para lograr un acuerdo entre la UE y el Mercosur y una reactivación del diálogo con la región en el marco de la cumbre.
Aparte, queda en entredicho que la presidencia española de la UE ayude al acuerdo con el Mercosur con base en un impulso desde España, que se encuentra encallado desde hace años. La intención de poder cerrar el acuerdo final entre la UE y Mercosur y potenciar así las relaciones económicas birregionales por medio de la intensificación del comercio y la cooperación internacional podría verse seriamente afectada.
Superar la reticencia de algunos países del bloque comunitario por llegar a la conclusión de este tratado comercial, será por lo tanto una tarea que tendrán que asumir con mayor ahínco los otros estados miembros de la UE, ya que desde España los esfuerzos correspondientes serán mucho menos efectivos. El Gobierno de Sánchez en campaña electoral interna no contará en el ámbito europeo y latinoamericano con tanta confianza y credibilidad para llevar a cabo esta ambición como las hubiera tenido en otro contexto.
De nuevo existe en este momento el gran peligro de que las relaciones euro-latinoamericanas sean arrastradas al remolino de los vaivenes de la política interna española. Y otra vez resulta perjudicial que el entramado euro-latinoamericano sea considerado como una ramificación de las relaciones entre España y América Latina.
Como muestra están las recientes declaraciones del Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad y Vicepresidente de la Comisión Europea, Josep Borrell, cuando pedía que los Veintisiete deberían "europeizar" su relación con América Latina y el Caribe, que en la actualidad es principalmente ibérica, y que España pudiera fungir como "catalizador" en ello.
Este intento de convertir a España en el actor central con América Latina y el Caribe corresponde a un deseo tradicional de la política exterior española y ha llevado a muchos conflictos a lo interno de la misma UE. Solamente hay que recordar la Posición Común de la UE sobre Cuba adoptada en diciembre de 1996, que a su vez surgió de una iniciativa española para establecer una condicionalidad política hacia Cuba y que llevó a un congelamiento de las relaciones por años.
Ante el panorama de un posible cambio de Gobierno en España, será ahora responsabilidad de los otros Estados miembro de la UE evitar que pueda suceder un proceso parecido por haber establecido un soporte unilateral en el Gobierno de España para adelantar la situación precaria en la cual se encuentran actualmente las relaciones euro-latinoamericanas.
Habrá que evitar una situación en la cual un cambio de Gobierno en Madrid afecte profundamente las relaciones con la región latinoamericana, especialmente si hay que contar con la presencia de representantes de la extrema derecha española como Vox en el nuevo Gobierno español que emane de las elecciones del 23 de julio de 2023. (rml)