En una economía familiar rudimentaria sería un despropósito, pero si hay acceso al crédito bancario, al descubierto y al pedaleo de la tarjeta de crédito, es una posibilidad al alcance de la mano. Pero también un peligro latente en manos de quien no hace de la austeridad una virtud y de la prudencia un modo de ejercerla. Eso es lo que pasa con las reservas internacionales del Banco Central, que pasan los US$33.000 millones pero que, deduciendo deudas y resguardos, ya están en cifras negativas.
En rojo. El conteo de los dólares con los que dispone el BCRA siempre estuvo en el escenario de la discusión. Por un lado, quienes adhieren a políticas económicas intervencionistas necesitan y bregan por tener “poder de fuego” que se traduce, sencillamente, en más disponibilidad de reservas líquidas. La paradoja es que dichas políticas, justamente usan, pero no acumulan las reservas que le servirían para hacer factible un mayor control cambiario.
Esteban Domecq, presidente de la consultora Invecq, señala como un fracaso de la política económica que luego de dos años de exportaciones récord del complejo agropecuario (en que superaron con creces el nivel promedio de la década anterior), el Banco Central no pudo acumular las reservas necesarias para poder afrontar eventualidades, como la sequía que dos años seguidos de impacto de La Niña avisaba para la campaña de 2023. Todavía no está cerrado el balance, pero lo que se creía era un techo en el impacto (US$20.000 millones) en la caída del saldo exportadora se transformó en el piso de la peor campaña en 15 años. En abril, según datos oficiales del INDEC, las exportaciones cayeron 29% con respecto al mismo mes de 2022 y se produjo un déficit comercial de US$126 millones.
El economista Fernando Marull anota que, con el cierre del viernes 19 de mayo pasado, de los US$33.155 millones anotados como reservas totales del Banco Central, una vez deducidos los pasivos ya quedan US$1.448 millones, pero negativos. Si a esto le restamos las tenencias de oro, los depósitos en el sistema de garantía bancaria de Basilea y los DEG (la unidad de cuenta del FMI) llegamos a -US$7.066 millones.
Señales. Salvador Vitelli, jefe de Research de Romano Group, advierte que estas cifras expresan, ante todo, una clara inconsistencia de la política cambiaria del BCRA. “Sólo es ‘sostenible’ estar con reservas netas negativas porque el dinero es fungible, es decir que se va utilizando el dinero para otros fines. Cuánto más podrán seguir aumentando en su magnitud dependerá de que pueda seguir utilizándose el dinero para otra finalidad”, señala.
A su juicio tampoco queda claro el origen de los fondos con los que el Central interviene en el mercado cambiario, pero recuerda que no son pocos los economistas que ya llamaron la atención sobre la prudencia para cuidar el nivel de los depósitos en dólares. “Hoy los encajes están en US$11.370 millones sobre unos US$15.000 del total de depósitos privados a lo que hay que sumar lo que los bancos tienen atesorados (US$3.000 millones). Sólo están prestados el 20% de los depósitos, por lo que no hay inquietud sobre el destino de esos activos, pero sí por quién los cuida”, apunta. Y recuerda que el “ruido” comenzó a partir del 21 de marzo de este año, cuando se anunció el canje de deuda pública del Fondo de Garantía de Sustentabilidad y que terminó cayendo en unos US$ 1.000 millones (-6% de los depósitos privados). Lo cierto es que durante abril los depósitos de privados (se supone que los entes públicos tienen otros fundamentos para su administración) bajaron y luego en mayo se estabilizaron.
Salidas no tradicionales. Claramente, esta situación no es sostenible en el tiempo. Es la razón por la cual Sergio Massa hizo de sus giras financieras una razón de Estado. Habiéndose topado con el realismo de Brasil y China para la utilización de los swaps de monedas (a ningún acreedor le interesa financiar la ruptura con los organismos internacionales que podría facilitar acuerdos comerciales de este tipo), quedó explorar el adelanto de fondos de parte del FMI. No serían dólares sino DEGs de difícil monetización para seguir disciplinando al mercado cambiario que insiste en sincerarse. Una finalidad sería la de evitar los descalces temporarios, pero siempre serían para la utilización en la cuenta corriente con el FMI.
Mientras esto ocurre, la pulseada en la plaza financiera continúa. Las dos palancas que tiene el Gobierno para poder controlar algo, están al rojo vivo. Por un lado, la utilización del mercado de bonos para evitar que se escapen los dólares “financieros” (MEP y CCL) y así mandar una señal que no retroalimente la inflación. Para la consultora Eco Go el salto (+7% en un solo día) que volvió a ubicar la brecha en el 105%-110%, se podría explicar por un pedido expreso del FMI o bien un gesto de buena voluntad para lograr el adelanto de fondos tan buscado. “Las reservas internacionales netas son negativas hoy en US$1.670 millones y reflejan el menor valor registrado desde la llegada del actual gobierno. En la semana logró comprar más de US$300 millones, de los cuales US$80 millones fueron por mayores liquidaciones y la parte restante obedeció a una menor compra neta del resto de la demanda de divisas en el mercado”, expresa en su último informe semanal.
Para Vitelli, el mensaje al mercado con la no-intervención temporal es que pone otro piso al dólar financiero y luego seguramente intentará intervenir. “El BCRA tiene la mala práctica de gastar en intervención los dólares que no tiene y como vimos la semana pasada, cuando se retira, todo vuelve a su estado anterior. La pregunta es porqué se retiró del mercado para entender si es una nueva política o si es sólo una pausa en la anterior”, concluye.
La otra palanca es la del financiamiento interno. Invecq señala como un elemento que cambió el escenario el crecimiento de la indexación de las colocaciones de deuda interna: en abril sólo el 6% de los instrumentos colocados no eran indexados y en mayo se acentuó con solo 3,1% que no fue indexado y colocando un título para fondos de inversión con una tasa efectiva anual el 139%, casi 31 puntos más que las tasas pagadas en promedio en abril. “La intervención no fue gratuita: a pesar de que el Central en las últimas 10 ruedas compró US$ 326 millones en el mercado de cambios, las reservas brutas retroceden en US$ 876 millones”, marca en su último informe.
Este laberinto se completa con una paradoja que señala Marcos Buscaglia. Con la obsesión de buscar dólares, la carrera contra el tiempo ya tiene un gran perdedor: el peso. La demanda de dinero se viene desmoronando desde 2019. Medida en porcentaje del PBI, pasó de 6,8% a principio de 2020 al 4% de abril pasado. La memoria inflacionaria argentina hace que la huida del peso sea la otra cara de la moneda del reinado del dólar. Un círculo vicioso que espera transformarse en virtuoso. (Perfil TRISTÁN RODRÍGUEZ LOREDO - Editor de Economía)