Por otro lado, también hay dudas sobre cómo tratar el dolor sin recurrir a fármacos como los antiinflamatorios o los opiáceos, ya que estos, aunque efectivos, muchas veces tienen efectos secundarios, especialmente en personas mayores, que suelen tomar varios medicamentos de manera rutinaria.
En consecuencia, cada vez hay más interés en conocer cómo los alimentos y nutrientes pueden afectar al dolor.
Ahora, un equipo de investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), el Centro de Investigación Biomédica en Red de Epidemiología y Salud Pública (CIBERESP) e IMDEA-Alimentación, en España todas estas entidades, ha identificado que el consumo de pescado azul se asocia a una menor incidencia y a una mejor evolución del dolor entre los mayores de 60 años.
La vitamina D tiene acciones sobre el metabolismo óseo, la inflamación y la regulación del sueño, mientras que las grasas omega-3 tienen acciones antiinflamatorias y analgésicas.
Dado que ambos nutrientes se pueden ingerir como parte de la dieta, especialmente a través del pescado, Adrián Carballo-Casla de la UAM y sus colegas se propusieron comprobar si un mayor consumo de pescado e ingesta de vitamina D y grasas omega-3 se asociaba con la aparición y evolución del dolor.
Para evaluar su hipótesis, los investigadores utilizaron datos de la cohorte ENRICA-Seniors-1, compuesta por 950 personas mayores de 60 años procedentes de toda España, a las que monitorizaron durante cinco años.
“Esta manera de analizar los datos no fue casual, ya que nos permitió minimizar la causalidad reversa, es decir, estar más seguros de que era el consumo de pescado y sus nutrientes el que modificaba el dolor, y no a la inversa”, explican.
Al analizar los datos, los investigadores comprobaron que un mayor consumo de pescado azul (entre una y dos raciones a la semana) se asociaba con un riesgo un 32% más bajo de aparición de dolor después de cinco años, así como con una probabilidad un 30% menor de empeoramiento del dolor.
“Nos llamaba la atención que solamente el consumo de pescado azul, y no el de pescado blanco, se relacionara con un menor riesgo de dolor”, detallan.
“Estas diferencias probablemente se debieron al mayor contenido en vitamina D y grasas omega-3 del pescado azul, ya que estos dos nutrientes también se asociaron con menor incidencia y mejor evolución del dolor. Por ejemplo, una ración de sardinas o caballa podría aportar hasta cinco veces más vitamina D y tres veces más omega-3 que una ración de merluza o calamares, según los datos de las tablas de composición de alimentos españolas”.
Con la cautela necesaria, al haberse investigado esto solo en personas mayores, los investigadores consideran que estos nuevos datos apoyarían el consumo de pescado azul (así como la ingesta de vitamina D y grasas omega-3) como herramientas para la prevención y tratamiento no farmacológico del dolor, campos en los que, recuerdan, “existe poca evidencia, a pesar del elevado coste que el dolor tiene para la sociedad, debido al uso del sistema sanitario, la discapacidad y la pérdida de productividad laboral asociadas.”
Dos son los estudios completados por Adrián Carballo-Casla y colegas suyos. Uno se titula “Dietary Vitamin D Intake, Pain Incidence, and Pain Changes in Older Adults: The Seniors-ENRICA-1 Cohort”. Y se ha publicado en la revista académica Nutrients. El otro se titula “Fish consumption, omega-3 fatty acid intake, and risk of pain: the Seniors-ENRICA-1 cohort”. Y se ha publicado en la revista académica Clinical Nutrition. (Fuente: UAM)