Tras el revés de las PASO, el oficialismo anunció una serie de medidas económicas tendientes a incrementar el poder adquisitivo de la población y, con ello, el consumo. Además, esta última semana se sumaron medidas para contener la salida de dólares, lo que reavivó las expectativas de devaluación. En este marco, resulta necesario analizar qué se espera para los próximos meses y cómo eso impacta en la toma de decisiones, tanto del consumidor final como de los empresarios. Ante escenarios de incertidumbre, éstas se limitan o condicionan a la espera de mayor claridad.
En relación a las medidas que apuntan a mejorar el ingreso de la población, se espera que tengan un impacto positivo en la actividad, aunque un tanto condicionado por el alza de precios, las deudas particulares y limitaciones en la oferta de ciertos bienes (los importados o los que dependen de la importación).
El mayor impacto positivo se vería en los servicios, tanto los relacionados con el turismo como aquellos que son de entretenimiento, recreación, gastronomía, entre otros. En el caso del Turismo se espera una buena temporada, determinada tanto por la eliminación de restricciones, como así también por el avance de la vacunación, el plan Previaje, y la apertura de fronteras que puede impulsar el turismo receptor.
Por su parte, la gastronomía también se vería impulsada, en un marco de mejor clima y de menos restricciones. Debe tenerse en cuenta que, además, se están efectivizando las subas salariales del sector formal que se pautaron hace unos meses, por lo que es en esta parte del año en que podría percibirse una mejor recomposición del ingreso.
Por el contrario, existen riesgos de efectividad de algunas medidas, como ser la suba del mínimo no imponible del Impuesto a las Ganancias, debido a que tienen como población objetivo a personas con un mejor ingreso relativo, por lo que un aumento de éste puede derivar en la compra del dólar (u otros activos financieros) o en consumos en el exterior.
Otro punto controversial es la eventual mejora del consumo de electrodomésticos y artículos para el hogar, ya sea por la recomposición de ingresos como por los planes de Ahora 12. Aquí el obstáculo que hay y se viene evidenciando es el referido a los créditos de los bancos, ya que algunos consumidores no tienen margen suficiente para consumir con estos planes y eso limita las compras. Además, debe tenerse en cuenta que, tras el paso de la pandemia, muchas familias incrementaron sus deudas, ya sea de préstamos personales como de tarjeta, lo que también puede condicionar un mayor consumo.
De todos modos, estas eventuales mejoras son de cortísimo plazo, con un impacto de acá a fin de año, dado que el avance de los precios amenaza su estabilidad.
A esto debe sumarse lo que sucede con el frente externo, dado que presiona sobre el mercado de cambios y genera limitaciones en la oferta de bienes.
Esta semana, el Banco Central y la Comisión Nacional de Valores implementaron medidas para contener la salida de divisas. Estas decisiones intensifican las expectativas de devaluación, dado que se interpreta que el Gobierno está tomando medidas cortoplacistas, no sostenibles en el tiempo. En este marco, varios analistas estiman que entre enero y febrero del 2022, el Estado haría una corrección del tipo de cambio, y que ésta debería llegar al 50% con el fin de recuperar lo perdido, aunque reconocen que el Gobierno no devaluaría más del 20%.
Sin embargo, debe advertirse que la política económica establece al tipo de cambio como ancla nominal, así como también la tasa de interés. Además, este año la inflación escalaría al casi 50%, a pesar de tener el tipo de cambio (oficial) controlado, por lo que el Gobierno sería consciente de que una brusca devaluación podría llevar a una mayor inflación, lo cual en este contexto y con una pobreza del 40% sería inconveniente. Es necesario poder entender cuáles son los objetivos principales del Gobierno. A pesar del consenso de que se necesitan aumentar las exportaciones, el Estado ya demostró que presta más atención al mercado interno y al control de precios.
Esta limitación de divisas profundiza el problema de la industria que utiliza bienes importados para su producción. Como ser el caso del sector automotor, que viene manifestando que no puede abastecer a la demanda actual (interna y externa), por lo que se estaría operando en un nivel menor al óptimo.
En suma, estamos en un escenario que, si bien puede tener buenos datos en algunos indicadores económicos, también comparte una situación de menos reservas internacionales y mayores controles a la importación. Aunque esto último puede frenar el drenaje de dólares, también tiene como correlato consecuencias perjudiciales para la industria local (o por lo menos para las que más dependen de las importaciones). Pero, al mismo tiempo, relajar las restricciones y devaluar más bruscamente, a pesar de que impactaría de manera positiva en las exportaciones, podría ser detonante para otros desequilibrios.
Nos encontramos ante un problema de inconsistencia temporal: la persecución de dos objetivos contrapuestos al mismo tiempo. No se puede, uno debe anteceder al otro indefectiblemente, la pregunta es cuál será el primero. (Ámbito - Por Ana Laura Jaruf)