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Es el cuarto firmante de paz asesinado en 2021 y el 253 desde el 24 de noviembre de 2016. Deja a tres hijos y a un colectivo campesino de reincorporados en el Catatumbo.
A Giovani Claro García, reincorporado de la antigua guerrilla de las Farc, nadie lo tenía amenazado. Al menos esa es la versión que manejan un par de vecinos en el sector de La Curva, zona rural del municipio de Convención (Norte de Santander). Justamente en esa zona aledaña a la vía que conecta a El Carmen con Convención, fue donde Giovani se encontró con la muerte en la mañana de este lunes 11 de enero, tras un fuego cruzado en el que él no tenía nada que ver.
Primeros informes desde la región señalan que unos extorsionistas se enfrentaron con un presunto grupo armado organizado, todavía no identificado, que opera en la subregión del Catatumbo. El desafortunado campo de batalla elegido fue entre esquina y esquina de un barrio con varios ciudadanos de por medio. Ante el terror, todos se comenzaron a entrar a sus casas y a algunas tiendas que encontraron abiertas, para protegerse de las balas. Un proyectil atravesó una de las viviendas de La Curva y le impactó a Giovani en el tórax. El firmante de paz falleció mientras era trasladado al centro asistencial del municipio.
A Giovani, de 38 años, lo recuerdan como un hombre que aún estando en la guerra se negaba a olvidar sus raíces campesinas y su gusto por el cultivo. Sus padres, Francisco y Carmen, vieron cómo su hijo se unió a las Farc en 2004, fecha desde la que comenzó, hasta el día de su desmovilización, a operar en la milicia del pelotón Ignacio López Peña, facción del conjunto de milicias ’Resistencias del Catatumbo’ de esa guerrilla.
Emiro Ropero, conocido como Rubén Zamora, excompañero de filas de Giovani y ahora militante del partido FARC en Norte de Santander, dice con dolor que de lo que conoció de él no va a olvidar su lucha por sacar adelante a sus padres y por ingeniárselas contra todo pronóstico para vivir en la legalidad.
“Lo conocía desde hace 17 años estando en guerra, pero lo comencé a reconocer y a admirar de lleno como persona desde que comenzó su proceso de reincorporación en la vereda Caño Indio, dentro del ETCR Negro Eliécer Gaitán, en Tibú. Se entregaba a su colectivo agropecuario con otros compañeros y aunque muchas veces no estaba cercano a sus padres, siempre los pensaba e intentaba cuidarlos. Según me cuentan, su asesinato se dio en medio de unas vacaciones que él sacó para visitarlos, allí en la vereda Las Palmas, lugar de origen de su padre, Francisco”, relata Ropero.
En su camino para dejar atrás la vida en la clandestinidad, donde lo conocieron como Gerson Piñeros, Giovani, entre otras cosas, forjó el colectivo AsoTrinidad, una asociación para trabajarle al campo por medio de ideas a iniciativas propias de exguerrilleros en zona rural de Tibú.
Decidió ponerle así al colectivo por sus orígenes: Claro era oriundo de la vereda La Trinidad, en Tibú, y allí era donde quería cumplir todas las metas de su vida, junto a su esposa y los tres hijos que tenía el matrimonio. Principalmente, los excombatientes de AsoTrinidad, liderados por él, se dedican a cultivar plátano, yuca y ñame.
Lucy*, otra compañera de Giovani en sus años de miliciano, a pesar de decirle a este diario que no era muy cercana a él, lo recuerda por ser una persona valiente que dejaba su integridad por ver tranquilos a sus compañeros de trabajo y a su familia. “Estaba saliendo de recuperación de una cirugía, por una enfermedad penosa a la que preferimos no referirnos, y me dicen sus allegados que el trabajo en su colectivo de siembra era para ver financieramente por sus padres, dos personas mayores con poco sustento económico”, comenta la reincorporada.
Justo ese trabajo que hacía con AsoTrinidad es por lo que lo quieren recordar sus amigos, como Emiro Ropero. Para él, la lucha de Claro para sacar esa iniciativa adelante siempre tenía ante ella una cumbre empinada, por la falta de apoyo estatal y por los recursos limitados con los que laboraban.
“Hasta donde sabemos, Giovani solo recibía renta básica, pero no tenía aprobación para ejecutar algún proyecto productivo. Eso no lo frenó para ser un líder en las labores agrícolas de la región, pero sin engañarnos, para nadie es un secreto que un empujón para este tipo de trabajos y más en condiciones de ruralidad como las que vivían él y sus compañeros de AsoTrinidad es más que necesario; y más aún tratándose de algo conexo a un proceso de paz”, asegura Ropero.
Giovani, con licencia de reincorporado desde el 5 de julio de 2017, deja a una familia y a un colectivo de agricultores con un vacío irreparable. Sin embargo, deja un precedente importante en una subregión en la que los proyectos comunitarios y la vía en legalidad se resisten a caer ante la violencia armada que distintos grupos quieren afianzar por encima de la tranquilidad de su gente.
Su muerte, la cuarta de un firmante de paz en lo corrido de 2021, se suma a los asesinatos de Yolanda Zabala (Briceño (Antioquia), 1 de enero), Duván Arled Galíndez (Cartagena del Chairá (Caquetá), 3 de enero) y Diego María Yule (Cali (Valle), 7 de enero). Junto a ellos, otros 249 excombatientes han sido asesinados desde el 24 de noviembre de 2016. (El Espectador)