Nos hemos acostumbrado a su presencia en la ficción, y quizás por ello han surgido investigadores y científicos que han querido ir un paso más allá. En los últimos años se han extendido las declaraciones de facultativos en universidades de prestigio como Steven C. Schlozman de la Universidad de Harvard alertando de posibles pandemias que han sido recogidas de forma más o menos discreta por grandes medios de comunicación. Y motivado por las observaciones de estos académicos, un medio como National Geographic realizó hace unos años un documental analizando las posibilidades de que se produzca un apocalipsis zombi. Recalcando que es una posibilidad puramente teórica, quizás merecería la pena estudiar el escenario que debería darse para que el resto de tu vida se asemeje a la de Rick Grimes o los supervivientes de la Corporación Umbrella. La primera pregunta que cabe hacerse es qué tipo de virus provocaría la infección. Y la respuesta sería que sería suficiente una combinación de virus que hoy por hoy resultan perfectamente conocidos. El primero de ellos sería el virus de la rabia, una enfermedad erradicada en muchos países pero que aún se cobra cada año la vida de miles de víctimas y que provoca que las personas sufran delirios y actúen de forma agresiva. El segundo sería un virus como el de la gripe, cuya transmisión se realiza por el aire y que permitiría una altísima tasa de contagio. Bastaría una mutación de ambos virus que de algún modo creara un híbrido para poner a la humanidad en serios aprietos. A esta combinación cabría añadirle otros, como el tan temido ébola, que provoca que se sude sangre, o el sarampión, que provoca inflamación ocular y erupciones cutáneas. No cabe duda de que un infectado por un virus que combinase todos los anteriores y que provocase todos o la mayoría de esos síntomas crearía una persona que nos recordaría a cualquiera de los que estamos acostumbrados a ver por televisión. Para tu tranquilidad, este virus ni existe ni puede reproducirse de forma natural. La vida, de algún modo, establece límites, y aunque los virus son capaces de mutar y crear nuevas cepas para infectar a organismos que en principio están preparados para hacer frente a los mismos, no lo pueden hacer de forma endógena a tal velocidad. No obstante, debemos indicar que cabe la posibilidad de sintetizar estos virus en laboratorios. Por ejemplo, y pese a la poca cobertura que recibió, Estados Unidos fue capaz de desarrollar una variante de la viruela con una ratio de mortalidad del 100%. Hoy por hoy, no tan sólo la ética sino la propia ciencia hace imposible la reproducción de un virus zombi en la medida en que ha sido propuesto. Pero la dificultad en recrearlo, según los especialistas, hace que esta sea una opción imposible por ahora pero no en un futuro. Siempre asumiendo que por zombi entendemos ese repetido estereotipo de ser irracional sediento de sangre y cerebros, el virus capaz de provocar una pandemia debería ser capaz de afectar a partes del cerebro muy concretas. Eso sí, atentaría contra cualquier ley biológica el hecho de que un ser vuelva a la vida después de muerto, así que el bacilo en cuestión debería afectar a organismos vivos que durante un determinado periodo de tiempo presentarían síntomas muy concretos. La primera parte es el lóbulo frontal. Esta parte del cerebro se encarga de controlar los impulsos, el lenguaje, la memoria a corto plazo o las funciones motoras. Teniendo en cuenta que los zombis tal y como los solemos ver no pueden desarrollar acciones básicas como hablar o abrir puertas, queda claro que una bacteria de las características mencionadas debería provocar daños graves en dicha sección. Otra de las zonas afectadas debería ser la amígdala cerebral. Es la parte que se encarga del control emocional. Dado que los zombis están dominados por funciones primitivas como la rabia o el hambre, todo indica que el virus zombi perfecto debería afectar a dicha zona. Otra de las partes afectadas sería el cerebelo y los ganglios basales. Dichas partes se encargan de controlar que el cuerpo tenga movilidad y coordinación. Ambas partes deberían quedar afectadas dado que éstos suelen caminar con temblores y arrastrando sus miembros y son incapaces de correr o realizar movimientos más complejos. La última de las partes afectadas sería el hipotálamo ventromedial, que se encuentra en el hipotálamo. Dado que los zombis parecen estar siempre al acecho de nuevas víctimas, estos podrían tener una lesión en esta zona que les provoca hiperfagia, una rara condición en la cual las personas siempre se encuentran hambrientas. Todo lo mencionado hasta aquí no es más que una ficción o, para ser más precisos, una posibilidad extremadamente remota. Pero una invasión zombi no sería muy distinta de una gran pandemia fuera de control, y el Reino Unido llegó a revelar que realizó varios planes de contención para hacer frente a situaciones de dichas características. Según información revelada por varios medios de información y del propio gobierno, el liderazgo correspondería a la Oficina del Gobierno, que es la encargada de la coordinación de planes de emergencia, y no al Ministerio de Defensa, al que en las películas normalmente se les atribuye dicha función. Aunque parezca mentira, la iniciativa no ha sido tratada exclusivamente a nivel estatal, sino que algunas regiones han trabajado en planes de preparación especial. El ayuntamiento de Leicester se vio obligado a reconocer que no contaba con preparación específica en caso de una invasión zombi, mientras que el de Bristol, más preparado en esta cuestión, mencionó contar con la organización y equipamiento adecuado para enfrentarse a una legión de muertos vivientes, incluyendo provisiones de comida no perecedera, pistolas o trajes protectores. (El Iberico)