Gracias a un recorte de las importaciones del 23,3%, el primer semestre cerró con un diferencial positivo de 8.097 millones de dólares, es decir, un 43,7% mayor al mismo período del 2019, año que marcó el mejor resultado en una década. El dato emerge como una bocanada de aire fresco para la alicaída economía argentina tan escasa de divisas, pero está lejos de producirse por un boom de las ventas externas. Como es sabido, las exportaciones acumulan seis meses a la baja y junio no fue la excepción. Lideradas por el derrumbe de las manufacturas de origen industrial (-45,9%) y los combustibles y energía (-27%), tuvieron una merma del 8,6% a nivel interanual. El resultado no fue peor debido al salto del 46,3% de los productos primarios como harina y pellets de la extracción del aceite de soja (839 millones de dólares); maíz en grano (715 millones de dólares); porotos de soja excluidos para siembra (459 millones de dólares); aceite de soja en bruto, incluso desgomado (407 millones de dólares) y carne bovina, deshuesada, congelada (161 millones de dólares). Las importaciones de junio, en tanto, cayeron un 20,8% a raíz de la contracción en vehículos automotores (-53,8%), seguido por combustibles y lubricantes (-50,6%), piezas y accesorios para bienes de capital (-37,7%) y bienes de capital (-26,8%). Este perfil del intercambio comercial se reflejó claramente en la relación con los principales socios del país. Las ventas a China y Vietnam, que se basan en una canasta sumamente primarizada, aumentaron un 51,7% y 29,8%, respectivamente. En tanto, los envíos a Brasil, Chile y Paraguay, más vinculados a la industria, cayeron un 48,9%, 18,1% y 18,7%. (LPO)