Ampliar
La política es un vehículo fundamental para edificar la ciudadanía y la actividad del hombre, pero cuando aquellos que se dedican a ella no la viven como un servicio a la comunidad humana, puede convertirse en un instrumento de opresión, marginación e incluso de destrucción.
EL AÑO NUEVO
El 1 de enero es un día festivo en casi todo el mundo. Se realizan grandes eventos en las principales ciudades del mundo durante la Nochevieja y en víspera del Año Nuevo, el 31 de diciembre, que son acompañados con majestuosos eventos de pirotecnia.
El anhelo de cosas buenas de todo ser humano se renueva cada año nuevo. Nuevos sueños, nuevas esperanzas hacen que esperemos mejores días, para la vida familiar, en el trabajo, la educación de los hijos, la salud y una mejor convivencia a nivel social y de país, aunque haya un clima de preocupación e incertidumbre.
Siempre es bueno desear ciertas cosas y, lo más importante, tomar acciones para que los deseos se vuelvan realidad. A la media noche, al desearnos feliz año nuevo, no pedimos fortunas, sino bienestar, salud y paz, rodeados de la gente que queremos. Y los que creemos en Dios, damos gracias por todo lo recibido en el año que se va. La esperanza, virtud teologal que nos da la certeza de que siempre debemos esperar y algún día viviremos en la eterna felicidad. Nos da muchos motivos para estar felices, sobre todo por la oportunidad de hacer nuevas cosas. Cada mensaje de gratitud es no solo necesario, sino extremadamente valioso para mantener las relaciones.
JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
En la Iglesia católica se celebra el primer día del año la “Jornada Mundial de oración por la paz”, una tradición que comenzó hace no muchos años y que está acorde con los deseos y sentimientos del Año Nuevo, no solo desearnos la paz, sino también rezar para que se haga la paz.
Dos años después de la clausura del Concilio Vaticano II, el papa san Pablo VI envió el primer mensaje por la Jornada Mundial de la Paz, invitando a todos los hombres de buena voluntad, a celebrar el día de la Paz en todo el mundo, el primer día del año civil, 1 de enero de 1968. Este fue su mensaje aquella vez:
“Nos dirigimos a todos los hombres de buena voluntad para exhortarlos a celebrar «El Día de la Paz» en todo el mundo, el primer día del año civil, 1 de enero de 1968. Sería nuestro deseo que después, cada año, esta celebración se repitiese como presagio y como promesa, al principio del calendario que mide y describe el camino de la vida en el tiempo, de que sea la Paz con su justo y benéfico equilibrio la que domine el desarrollo de la historia futura.
Pensamos que esta propuesta interprete las aspiraciones de los Pueblos, de sus Gobernantes, de las Entidades internacionales que intentan conservar la Paz en el mundo, de las Instituciones religiosas tan interesadas en promover la Paz, de los Movimientos culturales, políticos y sociales que hacen de la Paz su ideal, de la Juventud, —en quien es más viva la perspicacia de los nuevos caminos de la civilización, necesariamente orientados hacia un pacífico desarrollo—, de los hombres sabios que ven cuán necesaria sea hoy la Paz y al mismo tiempo cuán amenazada.
La proposición de dedicar a la Paz el primer día del año nuevo no intenta calificarse como exclusivamente nuestra, religiosa, es decir católica; querría encontrar la adhesión de todos los amigos de la Paz, como si fuese iniciativa suya propia, y expresarse en formas diversas, correspondientes al carácter particular de cuantos advierten cuán hermosa e importante es la armonía de todas las voces en el mundo para la exaltación de este primer bien, que es la Paz, en el múltiple concierto de la humanidad moderna…
Es necesario siempre hablar de Paz. Es necesario educar al mundo para que ame la Paz, la construya y la defienda; contra las premisas de la guerra que renacen y contra las insidias de una táctica de pacifismo que adormece al adversario o debilita en los espíritus el sentido de la justicia, del deber y del sacrificio, es preciso suscitar en los hombres de nuestro tiempo y de las generaciones futuras el sentido y el amor de la Paz fundada sobre la verdad, sobre la justicia, sobre la libertad, sobre el amor.
Tratemos, por tanto, de inaugurar el año de gracia 1968 orando por la Paz; todos, posiblemente juntos en nuestras Iglesias y en nuestras casas; es lo que por ahora os pedimos; que no falte la voz de nadie en el gran coro de la Iglesia y del mundo que invoca de Cristo, inmolado por nosotros, dona nobis pacem. A todos vosotros nuestra bendición apostólica. Pablo VI."
Fue una genial iniciativa de san Pablo VI proponer comenzar el año civil con aspiraciones de paz en todos los ámbitos: desde el interior del corazón de cada uno hasta el más universal de las relaciones internacionales, pasando por la convivencia en familia, en comunidad, en el trabajo... san Juan Pablo II, que asumió la iniciativa de san Pablo VI, decía en su primer mensaje: "A todos, cristianos, creyentes, hombres de buena voluntad, les digo: no tengan miedo de apostar por la paz, de educar para la paz. La aspiración a la paz no quedará nunca decepcionada. El trabajo por la paz, inspirado por la caridad que no pasa, dará sus frutos. La paz será la última palabra de la Historia."
El Lema para la JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ - 1º DE ENERO DE 2019: «LA BUENA POLÍTICA ESTÁ AL SERVICIO DE LA PAZ»
El comunicado del vaticano sobre el lema para la Jornada Mundial de oración por la paz, explica el tema señalando que la responsabilidad política pertenece a cada ciudadano, y en particular a aquellos que han recibido el mandato de proteger y gobernar. Esta misión consiste en salvaguardar el derecho y fomentar el diálogo entre los actores de la sociedad, entre las generaciones y entre las culturas. No hay paz sin confianza mutua. Y la confianza tiene como primera condición el respeto por la palabra dada.
El compromiso político, -que es una de las expresiones más altas de caridad- comporta la preocupación por el futuro de la vida y del planeta, de los más jóvenes y de los más pequeños, en su sed de realización.
Cuando el hombre es respetado en sus derechos, como recuerda san Juan XXIII en la encíclica Pacem in Terris (1963), brota en él el sentido del deber de respetar los derechos de otros. Los derechos y los deberes del hombre acrecientan la conciencia de pertenecer a una misma comunidad, con los demás y con Dios (cf. ibid., 45). Por lo tanto, estamos llamados a llevar y anunciar la paz como la buena noticia de un futuro en el que cada ser vivo será considerado en su dignidad y sus derechos”. (-Por Gloria Batalla-)