Nicolás Maduro ha esperado cuatro días para aclarar que el toma y daca de las negociaciones en México no ha ha hecho más que empezar tras el acuerdo social alcanzado el sábado pasado y que sólo habrá "elecciones libres" cuando EEUU y la Unión Europea hayan levantado todas las sanciones. El "arquitecto de la paz", como le define ahora la propaganda bolivariana, supedita el diálogo a "ver si cumplen o no su palabra".

"Queremos elecciones libres de sanciones, ahí está el dilema. Que las quiten todas para ir a unas elecciones frescas, bonitas y buenas en el tiempo que determine la Constitución y el Consejo Nacional Electoral (CNE)", condicionó el "presidente pueblo" en tono triunfante, sabedor de las críticas en el seno de la oposición a un acuerdo que de momento no ha conseguido logros políticos.

El líder bolivariano ha aprovechado su intervención para arremeter contra la Plataforma Unitaria, que agrupa a buena parte de la oposición democrática, para calificarles de golpistas, secuestradores, intervencionistas, progringos y terroristas. "Ellos trataron de asesinarme en varias oportunidades", insistió una vez más sin presentar ni una sola prueba.

En paralelo, ha informado que pondrá en marcha una "mesa de diálogo inclusiva", una estrategia ya conocida durante su mandato, que se basa en convocar a colaboracionistas o falsos opositores para construir un relato conciliador de cara a la comunidad internacional.

Tanto EEUU como la UE y el gobierno español han instado en los últimos días a seguir las negociaciones que desemboquen en unas elecciones libres para las presidenciales de 2024, algo absolutamente imposible ahora. El chavismo mantiene inhabilitados o ha forzado el exilio de la mayoría de los líderes opositores, además de intervenir los partidos más importantes. El árbitro electoral continúa bajo su control y el Tribunal Supremo se encarga de golpear con su martillo judicial siempre que hace falta. Además, la hegemonía comunicacional y el ventajismo preelectoral forman parte del fraude electoral que ya provocó que en 2018 Maduro no fuera reconocido por buena parte de la comunidad internacional.

"Fracasó, lo derrotamos, lo aplastamos", se ufanó el "hijo de Chávez" mientras embestía directamente contra el presidente encargado Juan Guaidó, quien le respondió horas más tarde: "Vamos a insistir en un acuerdo a pesar de que son una dictadura. Venezuela necesita una solución a la crisis".

El líder opositor intenta ser reelegido al frente de la Asamblea Nacional y de la presidencia encargada el próximo 5 de enero, a pesar de que tres de los cuatro principales partidos de la oposición ya han adelantado su postura en contra.

Desde el regreso de sus delegados de México, la Plataforma Unitaria ha explicado al país que los 3.000 millones de dólares que las agencias de Naciones Unidas van a invertir en sanidad, educación y servicios públicos son parte de los fondos congelados en el extranjero para que la revolución no se los robase.

"Las sanciones a la dictadura siguen y se mantendrán. La licencia otorgada a Chevron (multinacional petrolera estadounidense) es por un tiempo finito", aclaró Guaidó. (EFE)