Desde que las manifestaciones alcanzaron un punto que permitió constatar que el amplio descontento va más allá de las razones que llevaron a la muerte a Mahsa Amini, el Gobierno iraní se ha enfocado en achacar a sus 'enemigos' externos lo ocurrido en el país. En concreto, a Estados Unidos e Israel. Así ocurrió este lunes, cuando Ali Jameneí, el Guía Supremo y quien tiene la última palabra en las cuestiones de Estado, señaló a ambos como instigadores de los disturbios.

"Afirmo con claridad que estos acontecimientos fueron planeados por Estados Unidos, el régimen Sionista y sus acólitos", declaró Jamemei, en el marco de su participación en una ceremonia de graduación en la Academia de las Fuerzas Armadas. "Su mayor problema lo tienen con un Irán independiente y fuerte y con el progreso del país", abundó, en palabras recogidas por la agencia iraní Tasnim, próxima a la línea dura.

El señalamiento del Líder Supremo iba más allá de las protestas que llevan sacudiendo Irán durante el último mes, luego de que una joven kurda de 22 años muriera tras sufrir un desvanecimiento en comisaría, adonde había sido trasladada al ser detenida porque su vestimenta incumplía el cánon islámico. Aunque las protestas se han reducido en volumen y cantidad, en parte debido a los cortes de Internet y al enorme despliegue y acción de las fuerzas de seguridad, el descontento sigue latente.

Esto pudo apreciarse este lunes, cuando, después de una noche en la que los antidisturbios asediaron la Universidad politécnica de Sharif en Teherán y cargaron contra sus alumnos, grupos de estudiantes de otros centros, incluidos bachilleres, se manifestaron lanzando consignas contra la República Islámica iraní. Para la mayoría de expertos, estas protestas no suponen un reto para la estabilidad del Gobierno, pero sí manifiestan una desafección de las generaciones más jóvenes que amaga con reiterarse.

El discurso de este lunes fue el primero que Jamenei, de 83 años, realizó desde el estallido de las protestas. Su aparición frente a las cámaras, caminando junto con los altos mandos militares, sirvió para transmitir una imagen de fortaleza y acallar una serie de rumores difundidos recientemente sobre su estado de salud. En un momento de su parlamento, el Guía elogió a los antidisturbios que han reprimido duramente las protestas. "Una injusticia se cometió contra los agentes del orden", denunció.

Entre las más de 90 muertes violentas que, según cifras oficiales, se han producido en Irán en las últimas semanas, una parte de ellas fueron de antidisturbios, a manos de manifestantes. Pero se cree que la mayoría de personas fueron víctimas de las fuerzas policiales y paramilitares basiyíes, que en algunos casos confrontaron a los participantes con munición real. El Gobierno ordenó mano dura contra los manifestantes, a los que acusó de cometer actos vandálicos y contra lo sagrado.

El sábado viernes, un intento de asalto a un cuartel de Zahedán, en la provincia suroriental de Baluchestán, acabó con 41 muertos según IHR, una ONG basada en Oslo que eleva a 133 las víctimas de la ola de protestas. La denuncia de que un jefe de Policía presuntamente había violado a una joven desembocó en una manifestación alrededor del acuartelamiento, desde donde se abrió fuego contra los presentes. La Guardia Revolucionaria perdió a tres hombres en lo que tildó de "atentado terrorista".

El movimiento favorable a las protestas se ha congregado alrededor de causas como el fin de la obligatoriedad del velo y otras medidas socioeconómicas favorables. Aunque el sistema ha hecho ademán de querer abrir un debate al respecto, la desconfianza en las élites que durante años ha sedimentado en una parte notable de la población no ayuda a calmar las aguas. La semana pasada, el presidente iraní Ibrahim Raisi subrayó sobre las protestas que "la seguridad nacional es una línea roja".

La reacción gubernamental a las protestas ha tenido su respuesta internacional en forma de sanciones, que se apilan sobre las previas, que impuso EEUU con Donald Trump en el poder, que contribuyeron al empobrecimiento de la población. A diferencia de las anteriores, que trataban de estrangular el acceso de Irán a divisas o entorpecían el comercio, Canadá ha castigado a organismos y personas implicadas en la represión de las protestas. La UE baraja propuestas para hacer algo similar el próximo 17 de octubre.

Por su parte, el Departamento del Tesoro de Estados Unidos sancionó a principios de esta semana a empresas de Emiratos Árabes Unidos, China y la India -un gesto inédito- por su implicación en el complejo entramado de exportación de hidrocarburo iraní a países orientales. Paradójicamente, las sanciones de Washington a Rusia e Irán han puesto a ambos países en una competición por hacerse con el mercado chino.

Estos movimientos se producen al mismo tiempo que Estados Unidos e Irán ultiman con poca publicidad un largamente esperado acuerdo para reflotar el pacto atómico, en coma desde que Trump se retirase de él en 2017 e Irán reaccionara renunciando a sus compromisos nucleares. "Hemos llegado a un punto en que hay un entendimiento común en diferentes asuntos y esto ayudará a acelerar en los pasos finales", ha argumentado este martes el ministro de Exteriores iraní Amirabdollahian.

No supone, según fuentes diplomáticas, que el pacto esté cerrado. Muchos expertos advierten de que, en las circunstancias actuales, y a pocos meses de las elecciones legislativas, es difícil que Joe Biden vaya a poder beneficiarse de un anuncio de este tipo. Son numerosas las voces que, incluso desde su bancada, critican el alcanzar un acuerdo con los iraníes. Aunque se trate, en todo caso, de cumplir con un compromiso de 2016 cuya ruptura provocó un aumento de la tensión regional. (DPA)