Brasil está a medio centenar de días de comenzar a saber -o de saber- si Jair Bolsonaro suma cuatro años más en el poder o si Luiz Inacio Lula da Silva regresa al Palacio del Planalto.
Y lo que dicen las encuestas es claro: gana Lula. ¿Quiere eso decir que la elección está definida? Para nada. Hay un 23 por ciento de gente que aún no tiene decidido su voto, y 50 días en el Brasil de hoy son demasiados días.
Según una encuesta para TV Globo, Lula tiene un 44 por ciento de intención de voto, contra un 32 de Bolsonaro de cara a las elecciones del 2 de octubre. Ante una eventual segunda vuelta, el día 30, el ex presidente reúne un 51 por ciento de apoyos contra un 35 del actual mandatario. Cifras claras, pero no definitorias ante el inicio oficial de la campaña.
"Folha de São Paulo" señaló que en el sector de Bolsonaro no se esperaba una desventaja de 12 puntos, sobre todo porque en los últimos días habían circulado encuestas serias que mostraban al presidente a solo siete puntos y reduciendo diferencias.
"El núcleo político de la campaña de Bolsonaro contaba con algunos dividendos de las buenas noticias económicas publicadas en los últimos días. Y son reales", escribió "Folha", un diario netamente opositor al jefe de Estado, que a su vez se encarga de demonizarlo casi a diario.
"El último índice del coste de la vida indica una deflación del 0,68 por ciento (en julio). La gasolina y el gasóleo tuvieron más de un ajuste a la baja en el periodo. El subsidio de 600 reales (115 euros a los más desfavorecidos) comenzó a pagarse la semana pasada".
Y es así: Bolsonaro ha bajado una serie de impuestos hasta fin de año y reforzado la asistencia social entre los sectores más pobres de un país de 210 millones de habitantes con amplias capas sociales a distancias siderales de las clases medias. Son medidas netamente electoralistas, pero que han surtido cierto efecto, porque hace unas semanas las encuestas mostraban al presidente en peor situación que hoy.
La movilización de progresistas e intelectuales la semana pasada, con la "Carta por la democracia" que denuncia la deriva autoritaria de Bolsonaro, no parece haber calado más allá del círculo de los convencidos, aunque la revista "Piauí" destaca que grupos que solían mantenerse aparte se hayan sumado esta vez: "En todos estos manifiestos aparecen los nombres de personas que pertenecen a la élite económica del país. Esto es una buena señal. A lo largo de la historia de Brasil los vientos no siempre han soplado en esta dirección".
En esas elites -la progresista y la económica- el voto está ya prácticamente decidido. No lo está tanto en las clases media y baja, tampoco entre el poderoso sector de los evangelistas, territorio en el que "Globo News" advierte una "guerra santa".
"En las últimas semanas, la campaña de Lula detectó una serie de movimientos en las redes sociales y en eventos con evangélicos desatados por el equipo de Bolsonaro, tratando, en la evaluación de los petistas, de demonizar al ex presidente. Ahora, la campaña de Lula preparará una reacción (...). La idea es mostrar que el equipo de Bolsonaro está utilizando a los pastores para imponer su voluntad a los fieles, con un exceso de participación de estos líderes religiosos en la política".
Mientras el PT "no desarrolló una política dirigida a este grupo de votantes, Bolsonaro decidió retomar a los votantes evangélicos que se habían alejado de su órbita".
En un contexto de alta tensión en la vida política -los candidatos se movilizan en autos blindados y hay un grupo especial de policía dedicado a protegerlos-, con el recuerdo del reciente asesinato de un petista a manos de un policía bolsonarista y del atentado hace cuatro años al propio Bolsonaro, la recta final hacia las elecciones se presenta peligrosa.
En el tercer puesto, expectante con su seis por ciento, pero aparentemente sin la fuerza suficiente para crecer en medio de la polarización, el ex ministro Ciro Gomes, el hombre al que Lula despreció hace cuatro años en favor de Fernando Haddad, derrotado por Bolsonaro. Gomes, un centroizquierdista moderado muy bien considerado, encarna una pequeña tragedia política: tiene muchos más simpatizantes que votantes.
"El lulismo consiguió la obra monumental de parir un Bolsonaro", dijo hace semanas Gomes, que acusa a ambos candidatos de disputarse "quién es más fascista o más comunista", pero de ser parte de "un mismo modelo social que les ofrece limosnas a los más pobres y banquetes a los más ricos".
"ES COMO SI ESTUVIESEN PREPARANDO UN GOLPE PARA LAS ELECCIONES": EL DÉJÀ VU TRUMPISTA DE BOLSONARO INQUIETA EN BRASIL
El mandatario ultraderechista resucita los mantras de Trump sobre el fraude electoral y una conspiración en su contra ante unos sondeos en los que Lula le aventaja por hasta 19 puntos
Son amplias las franjas de las clases medias y altas brasileñas que, desde siempre, miran hacia los Estados Unidos. Con críticas o admiración, el "Tío Sam" está presente. Hoy es, sin embargo, el presidente Jair Bolsonaro el que está creando en la República Federativa do Brasil de 2022 un ambiente similar al de los Estados Unidos de América de 2020: las elecciones presidenciales que se celebrarán en octubre pueden ser fraudulentas, dice.
Una táctica que recuerda demasiado a la de Donald Trump en los meses previos al triunfo de Joe Biden en noviembre de 2020. ¿Se atreverá Bolsonaro a imitar a Trump hasta las últimas consecuencias y negarse a reconocer el resultado, tal como hizo el ex presidente estadounidense en aquellas frenéticas semanas?
No es de descartar, en absoluto. Bolsonaro convocó el pasado lunes a unos 40 embajadores extranjeros a una reunión en el Palacio de la Alvorada, en Brasilia. Y allí, con un tono suave y calmado que llamó la atención por ser inhabitual en él, el jefe de Estado del quinto país más grande del mundo desarrolló sus argumentos, algunos de ellos ya conocidos: el sistema de voto electrónico corre el riesgo de ser hackeado y el Supremo Tribunal Federal (STF) trabaja en contra de él, al igual que el Supremo Tribunal Electoral (STE).
El presidente centró sus críticas en los ministros Alexandre de Moraes, Edson Fachin y Luís Roberto Barroso. Fachin es el actual presidente del TSE (Tribunal Superior Electoral). Barroso presidió el tribunal electoral, y se espera que Moraes lo comande durante las elecciones, cuya primera vuelta se celebrará el 2 de octubre. Las encuestas muestran a Bolsonaro hasta 19 puntos por detrás del ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva, del centroizquierdista Partido de los Trabajadores (PT).
"El señor Barroso, al igual que el señor Fachin, han empezado a dar la vuelta al mundo criticándome, como si estuvieran preparando un golpe de estado con motivo de las elecciones", aseguró Bolsonaro ante los diplomáticos extranjeros, entre los que no estaba la vecina Argentina, con cuyo gobierno peronista casi no mantiene relación por considerarlo "comunista".
"Recorro todo Brasil, soy bien recibido en todas partes. Camino entre la gente. Del otro lado, no. Ni siquiera comen en el restaurante del hotel, porque no tienen aceptación. La gente que les debe favores no quiere un sistema electoral transparente. Predican todo el tiempo que, tras anunciar el resultado de las elecciones, sus jefes de Estado deben reconocer el resultado de las mismas", añadió el presidente.
"El sistema es completamente vulnerable", ha insistido Bolsonaro en referencia al sistema de voto electrónico, que funciona en el país desde 1996 sin que haya habido problemas. El presidente, un ex militar, tiene entre ceja y ceja la realización de un conteo de votos a cargo de las Fuerzas Armadas. El TSE rechazó semanas atrás esa idea, y Bolsonaro ha amenazado con una auditoría privada al cuerpo colegiado.
"¿Por qué un grupo de tres personas solo quiere traer inestabilidad a nuestro país, sin tomar nada de las sugerencias de las Fuerzas Armadas?", ha continuado Bolsonaro atacando a Moraes, Fachin y Barroso.
Hay demasiadas similitudes entre las palabras y las actitudes de Trump y Bolsonaro en sus respectivos intentos de ser reelegidos. En Estados Unidos, se llegó a que el Capitolio, sede del Congreso, fuera atacado por una turba dos semanas antes de que Biden asumiera la presidencia. Dos embajadores hablaron, a condición de mantenerse en el anonimato, con 'Folha de Sao Paulo' y definieron las palabras de Bolsonaro como "táctica trumpista", aunque no le auguran al presidente la misma capacidad de daño de Trump.
Las incendiarias declaraciones de Bolsonaro se producen en un contexto ya de por sí caldeado. Un simpatizante del PT fue asesinado días atrás durante su cumpleaños por un seguidor de Bolsonaro, y la Policía Federal pidió a las policías estaduales reforzar la seguridad de los candidatos durante la campaña electoral. El propio Bolsonaro fue apuñalado durante la campaña que en 2018 lo llevó a la presidencia. (Reuters/AFP)