En su canal de Telegram, Ramzán Kadírov comentó las palabras del excoronel y jerarca del Pentágono Richard Black, quien en una entrevista declaró que a EEUU "no le importa cuántos ucranianos mueran" porque para Washington el conflicto en Ucrania no es más que "un gran partido de fútbol". El líder checheno recordó que "había declarado desde el principio que no es Rusia, sino EEUU el principal enemigo de Ucrania".
"Ahora incluso los propios políticos estadounidenses confirman mi punto de vista. Ya es hora de que los ucranianos, que siguen muriendo por el bien de los intereses geopolíticos de EEUU, también lo entiendan", subrayó Kadírov.
Rusia lanzó el 24 de febrero una operación militar especial en Ucrania alegando que las Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk, previamente reconocidas por Moscú como Estados soberanos, necesitaban ayuda frente al genocidio por parte de Kiev. En respuesta, los países aliados de Washington activaron varias baterías de sanciones individuales y sectoriales contra Moscú.
Las restricciones incluyen la desconexión parcial de Rusia del sistema SWIFT, la congelación de sus reservas internacionales, el embargo sobre la importación de algunos agentes energéticos, así como el cierre del espacio aéreo, puertos y carreteras para transportistas rusos.
Zarpazo ruso a Kiev en vísperas de la cumbre de la OTAN en Madrid
Hacía tres semanas que los misiles no castigaban a la mayor urbe ucraniana, adonde muchos regresaron tras el repliegue de tropas rusas de la región en busca de la normalidad.
La capital de Ucrania lleva desde principios del pasado abril tratando de recuperar la calma. Pero Rusia se encarga de que sus ciudadanos no dejen de sentir en sus nucas el gélido aliento de Vladimir Putin. El domingo, de madrugada, cuatro grandes misiles rusos impactaron cerca del centro de Kiev, provocando nuevos destrozos en zonas residenciales y soliviantado a la población. Como queriendo mandar un mensaje, el Kremlin atacó poco antes de una reunión de la OTAN en la que Ucrania estará muy presente.
Hacía tres semanas que los misiles no castigaban a la mayor urbe ucraniana, adonde muchos regresaron tras el repliegue de tropas rusas de la región en busca de la normalidad. Según el alcalde de Kiev, Vitali Klitschko, "varias explosiones" contundentes sacudieron el distrito de Shevchenkivsky, lugar de universidades y otros equipamientos civiles. Dos personas, una de ellas una mujer rusa, fueron hospitalizadas y una niña de siete años fue rescatada con vida de los escombros.
El último ataque contra Kiev ocurrió el 5 de junio. El 28 de abril, cinco misiles lanzados desde el Mar Negro, golpearon también Shevchenkivsky pocos después de finalizar la reunión entre el secretario general de la ONU y el presidente Volodymyr Zelensky. Aquella vez, como había ocurrido pocos días antes, Rusia justificó el ataque argumentando que sus armas habían dado contra un objetivo militar. Por el camino mataron a la periodista ucraniana Vira Hyrych en su propio domicilio.
Los rusos fueron a por Kiev en un momento dulce. El sábado, sus tropas aseguraron el control sobre Sieverodonetsk después de la orden gubernamental a las fuerzas ucranianas de replegarse de la ciudad, un día antes. Fuentes oficiales de Ucrania explicaron a la cadena Ukrainian TV que sus soldados se movían a "posiciones, más preparados". Atrás se quedaban, una localidad en ruinas y numerosos civiles refugiados en la planta química de Azot, ahora rodeada de territorio controlado por Rusia.
Acto seguido, los militares rusos y las fuerzas separatistas ucranianas que los apoyan comenzaron a penetrar en Lyschansk, el próximo foco de los combates y la última población de la región de Luhansk bajo control ucraniano. Si esta cae, el Kremlin podrá anotarse una de las mayores victorias estratégicas desde el comienzo de la invasión. Una victoria que supone, al mismo tiempo, un aldabonazo psicológico para los defensores ucranianos. Sobre esta cuestión trató de llamar la atención ayer Boris Johnson.
"FATIGA" POR LA GUERRA
Reunido junto con otros líderes del G7 en una casa de campo de Alemania, el primer ministro británico alertó ayer de la "fatiga" entre los países occidentales en relación con la guerra ucraniana. "Siendo realistas, habrá fatiga en las poblaciones y en los políticos", advirtió Boris Johnson ante los periodistas. "Creo que la presión está ahí [...] tenemos que ser honestos al respecto". En otras palabras: cabe la posibilidad de que, si la guerra se alarga y entra en fase de desgaste, Ucrania adolezca del crucial apoyo externo.
El premier insistió en que "para que funcione" la unidad, "tenemos que tener discusiones muy, muy honestas sobre las implicaciones de lo que está pasando", apuntando a los estragos económicos causados por la guerra.
Sus palabras llegan poco después de un nuevo ataque a Ucrania con 20 cohetes lanzados desde Bielorrusia, en el marco de una visita oficial de Putin a su homólogo Lukashchenko. A este, que se resiste a atacar con sus propias fuerzas a Ucrania, Putin le prometió enviar misiles capaces de trasladar cabezas nucleares. (Sputnik/EFE)