La exministra de Justicia Christiane Taubira, de 69 años y originaria de la Guayana francesa, anunció ayer que aspira al Elíseo. Es la sexta candidata de una izquierda muy dividida y que, salvo un milagro, se encamina hacia el desastre en las elecciones presidenciales de los próximos días 10 y 24 de abril.

La irrupción tardía de Taubira, quien ya se presentó en el 2002 y cosechó un mísero 2,32% de votos en la primera vuelta, fractura todavía más el campo progresista y siembra la confusión entre sus desmoralizados votantes, muchos de los cuales pueden optar por la abstención como protesta por la absoluta falta de realismo de sus líderes.

La lucha de egos y la falta de una estrategia coherente ha hecho que, hoy por hoy, haya seis candidatos de izquierda y que ninguno de ellos, según todos los sondeos, tenga posibilidades de pasar a la segunda vuelta. Se presentan el incombustible Jean-Luc Mélenchon, líder de Francia Insumisa (LFI), que parece el mejor colocado del grupo, y Yannick Jadot, que ganó las primarias de los ecologistas. También concurre la alcaldesa de París, la socialista Anne Hidalgo, que ha hecho una campaña muy floja y corre el peligro de ni siquiera superar el 5% de votos, lo que le privaría de la subvención pública. Un candidato testimonial es el comunista Fabien Roussel, interesado, sobre todo, en que su partido siga mostrándose vivo. También se presenta el exministro socialista de Economía Arnaud Montebourg, aunque ya ha dado pistas de que se retirará, dadas sus magras expectativas.

El panorama en la izquierda francesa semeja , por tanto, el de un suicidio colectivo ritual. Han sido incapaces de organizar primarias comunes. Dentro de unos días tendrán lugar unas surrealistas “primarias populares” a las que se presentarán Taubira y quizás Hidalgo, si bien esta ha dicho ya que no se sentirá vinculada por el resultado.

Taubira se inició en la política como independentista en su tierra natal de la Guayana. Luego, siendo diputada en la Asamblea Nacional en París, dio nombre a una ley que reconoció la esclavitud y la trata como crimen contra la humanidad.

La derecha clásica francesa –el partido Los Republicanos (LR)– ha hecho lo contrario que la izquierda. Convocó primarias, abiertas incluso a quienes habían abandonado la formación– y se ha unido en torno a la ganadora, Valérie Pécresse, actual presidenta de la región parisina. Según las encuestas, es la que tiene más posibilidades de batir a Macron en la segunda vuelta. Pécresse realizó ayer una extraña visita a la isla griega de Samos para visitar un campo de migrantes que puso como ejemplo de una política de “humanidad” y a la vez de “firmeza”.

La candidata del Reagrupamiento Nacional (RN, ultraderecha), Marine Le Pen, difundió ayer un polémico vídeo de campaña frente al Louvre, tratando de emular el discurso que hizo Macron tras su victoria en el 2017. Los responsables del museo más visitado de Francia protestaron enérgicamente ante RN por haber aprovechado un escenario tan emblemático sin pedir permiso para la filmación. Solicitaron al equipo de Le Pen que no lo divulgaran, pero no les hicieron caso.

Zemmour genera otra controversia

El candidato ultra Éric Zemmour, que se presenta al Elíseo como independiente, generó otra fuerte controversia al afirmar que los niños con serias discapacidades deberían ir a centros especializados y no a escuelas normales. Según el aspirante presidencial, “la obsesión de la inclusión” es un error y perjudica a los niños con discapacidades porque deben convivir a diario con alumnos sin esos problemas. Las reacciones fueron furibundas de parte de otros políticos, que acusaron a Zemmour de querer segregar a los discapacitados. La secretaria de Estado Sophie Cluzel se mostró “consternada”. Tras una precampaña fulgurante, el candidato ultra, que fue polemista y ensayista de éxito, se ha estancado en los sondeos –en torno al 13%–, por lo que necesita llamar la atención y mostrarse políticamente incorrecto, su gran especialidad, para dar la batalla a Marine Le Pen, la principal rival en su campo político.  (Reuters)