La OMS ha rebajado los niveles de alerta para impulsar políticas públicas que mejoren un problema que tiene graves consecuencias sobre la salud humana. Reportaje en las calles de París sobre las iniciativas que luchan contra la polución atmosférica.
El dióxido de nitrógeno y las partículas finas son dos de los principales contaminantes del aire de París y, en realidad, del aire de cualquier gran metrópoli. Los niveles son monitoreados gracias a varias estaciones meteorológicas diseminadas por la capital francesa. Una de ellas se encuentra en un lugar que está muy en contacto con el aire: el globo Generali, situado en el parque André Citroën de París. En principio se trataba solo de una atracción turística, pero ahora ayuda a monitorear la calidad del aire, gracias a unos aparatos medidores que lleva en los laterales de su cesta.
Miden el nivel de partículas finas que hay en el aire. Estas partículas son como unas motas de polvo, pero microscópicas, mucho más finas que un pelo. Es uno de los contaminantes del aire que más preocupa, porque puede tener graves efectos en la salud humana, al penetrar en los pulmones y llegar hasta el torrente sanguíneo. Los óxidos de nitrógeno, por su parte, también atacan el sistema respiratorio.
"Esta contaminación está ligada a graves problemas relacionados con la respiración. Tos, bronquitis, asma, etcétera. La gente que nos contacta tiene todos esos problemas”, apunta Tony Renucci, el director general de Respire, una asociación que busca mejorar la calidad del aire.
Para este joven parisino, las fuentes de esta contaminación, omnipresente, están muy claras. “Aquí, en la región parisina, hay dos fuentes principales: el tráfico de camiones y automóviles, y la calefacción de los edificios”, argumenta Tony Renucci. “Del lado del tráfico, hay que empezar por reducirlo, pero no es tarea fácil. Me parece que las restricciones a la circulación impuestas en París y las ciudades que la rodean son interesantes. En 2024 los vehículos diésel quedarán prohibidos en esta zona, y en 2030 los vehículos de gasolina. Al mismo tiempo hay que desarrollar las alternativas: los transportes públicos, el uso de la bicicleta, peatonalizar ciertas zonas de la ciudad. Del lado de las calefacciones, hay que mejorar la eficiencia de las calderas, para que emitan menos partículas finas”.
El impacto de la contaminación no se reparte de manera igualitaria a través de la sociedad, según Tony Renucci. “Hay una gran desigualdad social. Lo demostró un reciente estudio de UNICEF con el que colaboró nuestra asociación. Los hijos de familias modestas, que viven en los barrios más pobres, sufren todavía más el impacto de la contaminación. Ya sea porque viven al lado de verdaderas autopistas o porque sus escuelas están al lado de estas autopistas. La contaminación agrava los problemas sociales”.
Los cambios en la movilidad o en las calefacciones que reclama la asociación Respire necesitan de un impulso político. “En la región hemos invertido mucho dinero en los transportes públicos, para hacer que sean más puntuales y se estropeen menos, buscando incentivar su uso", desgrana Olivier Blond, el encargado de luchar contra la contaminación del aire en la administración de Isla de Francia, la región parisina donde viven 12 millones de personas. “Hemos comprado buses eléctricos, para irnos deshaciendo, poco a poco, de los buses diésel. Del lado de la bicicleta, hemos creado unos carriles para bicis que cruzan la región y permiten ir, por ejemplo, a trabajar pedaleando por un trazado seguro. Finalmente hemos puesto en marcha un sistema de alquiler de bicis eléctricas, de duración media, que ha tenido mucho éxito y vamos a tener que duplicar el número de alquileres”.
Iniciativas que han contribuido, en parte, a que la calidad del aire de París y alrededores esté en franca mejoría desde hace años. Pero los niveles de contaminación siguen siendo demasiado altos. “Mejorar la oferta de transporte solo es la mitad de la respuesta. La otra mitad es reducir la necesidad de desplazarse”, señala Olivier Blond. “Acercar el trabajo al domicilio. Hacer que las empresas, hoy implantadas en el corazón de París, se instalen en las ciudades de la periferia, para que sus trabajadores no tengan 20 kilómetros de trayecto en automóvil cada día. Y también está el teletrabajo: ¡esta pandemia nos ha enseñado que es factible! Es muy importante en términos de movilidad, porque un día de teletrabajo por semana es un 20% menos de desplazamientos y, por lo tanto, de contaminación”.
Olivier Blond propone además que las restricciones a la circulación de vehículos diésel o gasolina se concentren por el momento solo sobre un sector muy específico del tráfico. “Los taxis, los Uber, los mensajeros, los repartidores. Todos los chóferes, que circulan mucho más y por lo tanto contaminan mucho más que el resto de los conductores. Por ejemplo, un taxista recorre de media 250 kilómetros por día, a menudo con un vehículo diésel. Y como suelen cambiar de automóvil cada 3 años, mientras que un particular lo hace cada 10 de media, se les puede incentivar a que compren autos menos contaminantes. Las empresas responsables de los taxis y de la mayoría de los vehículos con chófer se han comprometido en París a tener un 50% de autos eléctricos de aquí a 2025, ¡que es como si dijéramos casi mañana mismo!”
Mientras algunos piensan en reducir las emisiones contaminantes, otros buscan eliminar la contaminación del aire, filtrándolo. “El PARA –PM es un gigantesco aspirador que absorbe grandes cantidades de aire. Cada hora, el equivalente en volumen de 12 piscinas olímpicas”, se ilusiona Jerôme Giacomoni, el inventor de este enorme filtro de aire de exterior, que ha bautizado PARA-PM. Por el momento es todavía un prototipo.
El fabricante, Aérophile, lo ha vendido ya a la villa olímpica de París para 2024 y negocia su instalación en otras ciudades muy contaminadas, de América Latina o de Asia. Su funcionamiento patentado tiene como principal objetivo eliminar las partículas finas.
“Absorbemos el aire y nos encontramos con las microscópicas partículas finas. Lo que hacemos es cargarlas de energía. Les damos una polaridad, y como si se tratara de un imán, las capturamos. Para que se entienda, el principio es el mismo que el del cepillado del cabello con un peine de plástico: el pelo se electrifica y se pega al peine, poniéndose casi de punta. Es lo mismo”, explica Jerôme Giacomoni. “Una vez capturadas, las partículas finas son desmenuzadas con rayos UV, que las transforman en gases inofensivos. Gracias a este procedimiento, aspiramos mucho aire, pero solo eliminamos los contaminantes, por lo que en realidad consumimos muy poca energía. En cuanto a partículas finas, retira el 99%, desde las microscópicas, que son las más peligrosas, hasta las más grandes. También consigue filtrar los gases llamados NOX, que son los óxidos de nitrógeno, y los peligrosos compuestos orgánicos volátiles. Por el momento estimamos que podremos eliminar entre un 40 y un 60 % de estos gases”.
La empresa fabricante de este gigantesco filtro sueña también con instalarlo en las estaciones de tren o de metro, donde la concentración de partículas finas es enorme a causa del sistema de frenado de los trenes. Pero para purificar el aire de una ciudad como París se necesitarían varios miles de PARA-PM. El sistema acabaría siendo costosísimo. Los militantes de la lucha contra la contaminación atmosférica, como Tony Renucci, no lo ven claro. “Si estos nuevos dispositivos de filtraje aparecen para complementar los esfuerzos en materia de reducción de la contaminación del aire, tanto mejor. Pero hay que tener cuidado de no pensar que se pueden instalar estos aparatos y no hacer nada más. Simplemente seguir circulando con los automóviles y contaminando como antes... ¡Eso no funcionará!”
Según la OMS, la contaminación del aire provoca 7 millones de muertes prematuras en todo el mundo cada año. Es dos veces más que los decesos provocados por la COVID-19 en 2020 en todo el Planeta, según cifras oficiales. El 99% de la población mundial respira un aire demasiado contaminado, según cálculos recientes. En palabras de la Organización Mundial de la Salud, “el aire limpio debería ser un derecho humano básico”. (RFI)