Los pasajeros esperan que en cualquier momento se enciendan las luces de cabina, y la voz del capitán anuncie que se ha iniciado el descenso, y por favor abróchense los cinturones de seguridad. Entre las nubes ya deberían verse la costa de California, las playas de Perth o la ópera de Sydney.

Pero aunque los tories llegaron al poder en el 2010 con David Cameron, tras el colapso del binomio Blair-Brown, su Boeing ha pasado por las turbulencias de Theresa May, el Brexit y la pandemia, y el comandante Johnson lo pilota de una manera un tanto sui géneris, por el momento no hay indicios de que el aterrizaje esté próximo. Es como si estuviera cerca del destino, pero da vueltas en círculos por el tráfico aéreo, a la espera de que haya pista y puerta disponibles (es decir, una oposición preparada para gobernar y que sea percibida como una alternativa viable que no va a estrellar la nave).

Los resultados de la elección parcial de Old Bexley y Sidcup (un suburbio del sudeste de Londres, bastión conservador desde que se creó la circunscripción en los años ochenta) ha confirmado esa sensación de que la política británica está dando vueltas en círculo. El Gobierno puso toda la carne en el asador para evitar una sorpresa, con numerosas visitas del propio Johnson y miembros de su Gabinete, mientras el Labour prácticamente no hizo campaña (ni su líder Keir Starmer, ni el alcalde de Londres Sadiq Khan, se dignaron a presentarse). Aun así la mayoría tory de 19.000 votos obtenida en el frenesí brexitero del 2019 quedó reducida a 4.500, debido sobre todo a una monumental abstención para la que ni siquiera el mal tiempo, habitual en esta época, es explicación suficiente.

Los conservadores estaban preocupados por el posible impacto de los recientes escándalos de corrupción (burdo intento de Johnson de cambiar las normas de conducta parlamentaria para salvar a un diputado que hacía lobby de manera irregular), por los bandazos del Gobierno en temas como la asistencia social, el tren de alta velocidad y la equiparación del norte y el sur, los problemas de suministros, las subidas de impuestos al mayor nivel en siete décadas y la llegada de inmigrantes en patera a través del canal de la Mancha, que se ha triplicado.

El resultado de ese daiquiri político, en Old Bexley y Sidcup, ha sido desafección más que rechazo frontal a Johnson y los tories . Mucha gente se ha quedado en casa, el voto al Labour ha subido diez puntos, pero aún así los conservadores han ganado por un margen del 51% al 30%, que sugiere que la oposición sigue muy lejos de ser considerada una opción viable.

A pesar del alivio por conservar el escaño, los tories tienen también motivos de preocupación. El incremento de los impuestos y el gasto público no es una política que lleve el partido alfa en su ADN, y crea una fractura entre los votantes tradicionales y los exlaboristas del norte pobre que se han subido al barco por el Brexit, las promesas de un mayor igualitarismo y la personalidad de Johnson, pero con una especie de carnet de socios provisional que en cualquier momento pueden romper. Pero aún más peligroso es la reaparición de Reform UK, como ahora se llama el antiguo UKIP que dirigía Nigel Farage, que ha obtenido el 6% de los votos.

En Old Bexley y Sidcup, ni la abstención, ni la mejoría del Labour ni el regreso del UKIP con nuevo nombre han sido suficientes para privar a los conservadores de su escaño. Pero la semana que viene el examen será mucho más duro en otra elección parcial, la de North Shropshire, a la que tienen un miedo considerable por la pujanza de los liberales demócratas en la región, una posible alianza táctica entre las fuerzas de oposición, y el hecho de que se trata del escaño que ha dejado vacante Owen Paterson, el diputado que intentó salvar Johnson y acabó dimitiendo en medio de acusaciones de corrupción. La mayoría del Gobierno es sólida, pero los votantes están muy disgustados y es imprevisible cómo van a manifestar esa frustración y enfado.

En Gran Bretaña el siglo XVIII fue la edad dorada de los chanchullos políticos. Conforme el estado se expandió por medio de las guerras, los gobiernos de turno se dedicaron a “vender” empleos como funcionario y distribuir dinero público a gente con influencia, y las nuevas tareas eran encargadas a compañías privadas de amigos, familiares y donantes sin necesidad de concurso. El campeón de este sistema fue Robert Walpole, con quien Boris Johnson es frecuentemente comparado.

Walpole fue primer ministro veintiún años, un viaje muy largo. ¿Podrá el avión de Johnson seguir dando vueltas en el aire tanto tiempo, o en cualquier momento se encenderán las luces y comenzará el descenso?  (EP)