"En los momentos de crisis, solo la imaginación es más importante que el conocimiento" Albert Einstein
La pandemia generó procesos que cambiaron la vida de las personas. Existen crisis que modifican fuertemente la evolución de nuestros ciclos vitales. Y estos momentos individuales trastocan intensamente nuestra existencia. Por ejemplo, la muerte de un amigo, la pérdida de un trabajo, un accidente o una enfermedad pueden generar procesos individuales que cambian la toma de decisiones, fundamentalmente a corto, mediano y largo plazo.
La diferencia es que el hito vital de la pandemia produjo un corte transversal global en cuestiones que modifican en forma universal los proyectos de toda la humanidad, generando un fenómeno vital, total y unitemporal. Es así como esta pandemia ha provocado modificaciones decisorias. Muchas de esos cambios de conductas no hubieran sucedido si las personas no fueran expuestas al contexto sociocultural de una pandemia.
Una crisis puede generar no solamente cambios culturales sino además modificaciones heredables. Se describió en uno de los casos más estudiados la hambruna general en la Segunda Guerra Mundial, cuando en Holanda se generaron problemáticas de salud a partir de la desnutrición de un sector de la población como consecuencia de un bloqueo nazi. Así fue que la descendencia presentó un incremento de la prevalencia de esquizofrenia y de diabetes tipo 2 hasta la cuarta generación de descendientes.
Es decir, cuestiones ambientales no solamente pueden impactar en la vida cultural sino también dejar problemáticas sanitarias y conductas que luego serán heredables.
Muchas personas han sufrido importantes cambios en momentos vitales críticos, como la adolescencia y la vejez, atravesando gran parte de las mismas imbricados en la temporalidad de esta epidemia mundial.
También las personas que padecían problemáticas sanitarias y de salud mental han sido expuestas a cambios de hábitos culturales y sociales a nivel global. Traducido en cambio culturales, modificaciones de órdenes y normas que no hubieran existido, siendo las poblaciones vulnerables los fusibles más expuestos ante esta cuestión. La cultura que iba a pesar en esos tiempos es la de los hábitos de cuidado, el temor global al contagio y la desconfianza a que otro transmita una enfermedad invisible.
La globalización de los órdenes imaginados, las redes sociales y la capacidad de viajar por diferentes continentes en forma rápida no solo expandieron la pandemia sino también la respuesta social, cultural y sanitaria. Haciendo universal no solo el problema sanitario sino también las respuestas oficiales y su impacto psicosocial.
Las fobias, las obsesiones, las depresiones, las conductas violentas, la psicosis y los suicidios se han incrementado globalmente, pero también las conductas y tomas de decisiones individuales normales tomaron otro rumbo, casi sin excepciones.
Como consecuencia del estrés agudo luego cronificado se produjeron todo tipo de dificultades psicosociales. Algunas de importancia luego, como el "síndrome de la cabaña", en quienes, en mayor o menor medida, atravesaron dificultades variables para reexponerse a una sociedad parcialmente normalizada.
La grandes crisis generan cambio de época, como sucedió con la Primera Guerra Mundial, durante la caída de grandes imperios, en la Segunda Guerra Mundial o en el 1300, con la peste negra. Estas situaciones generan conciencia y angustia por la finitud, que se hace presente en cada notificación de mortalidad pandémica.
El impacto cultural y desencadena así modificaciones individuales, pero también en las comunidades. En un mundo universalizado se produce un impacto cultural acumulativo, con cambios que pueden llegar a visitarnos incluso biológicamente, como plantea Kevin Laland, biólogo conductual de la Universidad de St Andrews, quien piensa que el homo sapiens desarrolló la capacidad de transmisión social a través de una copia más perfeccionada, tanto en la capacidad de transmisión como en la de reproducción posterior del evento aprendido. A este proceso lo denomina "impulso cultural". Mejorando, además, exponencialmente la capacidad tecnológica, lingüística y la generación de nuevas herramientas.
Este cambio sociocultural universal será transcultural y quizá nos tome por sorpresa. Es difícil darse cuenta de un proceso histórico estando imbuido en el mismo. Decía el novelista y ensayista francés André Maurois que "la cultura es lo que nos queda después de olvidar de todo lo que se aprendió". Probablemente la cultura de la post pandemia será lo que nos quede cuando retornemos de este paréntesis.
La cultura es un proceso social que interrelaciona lo aprendido y, a la vez, esa sociedad transfiere las informaciones aprendidas a través de la copia y de la innovación posterior; es decir, un aprendizaje nuevo que vuelve a transmitirse.
Quizás la pandemia sea una instancia que nos genere un enfrentamiento sincero con la nuestra verdadera angustia de finitud.
Volveremos luego al pensamiento microhistórico de lo propio, nuestra familia, nuestra región, debiendo pensar cómo sería nuestra vida sin haber padecido este impacto cultural tan crítico. (BAE Por Ignacio Brusco)