Cuando se cumple el décimo aniversario de la desaparición de ETA, la polémica sigue servida, sobre todo por las reclamaciones de las asociaciones de víctimas del terrorismo para que la izquierda radical vasca, en su día vinculada a ETA, se arrepienta y pida perdón por los asesinatos cometidos por el grupo armado.
A pesar de que el dirigente de Bildu, Arnaldo Otegui, lamentó los hechos y dijo que nunca debieron haber ocurrido, las víctimas del terrorismo, los partidos de derecha y también los socialistas, reclaman al líder de la izquierda nacionalista vasca, a quien consideran heredero político de ETA, que sea mucho más enérgico al condenar los hechos y pida expresamente disculpas a las víctimas.
Por el contrario, la izquierda emergente de Unidas Podemos y los nacionalistas catalanes estiman que las palabras de Otegui son un paso adelante muy importante en el proceso de reconciliación.
También es motivo de división en la sociedad vasca y española el acercamiento de los presos de ETA a cárceles del País Vasco. “Tenemos a 200 presos en la cárcel y si para sacarlos hay que votar a favor de los Presupuestos, pues votamos. Así de alto y de claro os lo digo”, aseguró Otegi en euskera, según un vídeo de Antena 3 mencionado por el medio La Gaceta de Salamanca.
A diez años del fin de la violencia, sigue sin existir una memoria realmente compartida.
Más de 850 muertos
Fundada en 1959 bajo la dictadura de Francisco Franco (1939-1975), ETA (Euskadi Ta Askatasuna, País Vasco y Libertad) reivindicó el recurso de la violencia, cometiendo numerosos atentados, asesinatos, desde el primero en 1968, y secuestros. Se le atribuyen más de 850 muertos en cuatro décadas.
Por ello, su comunicado hace una década constituyó "una sorpresa, sobre todo porque fue una decisión unilateral, sin contrapartidas políticas", señala Rafael Leonisio Calvo. "Pero en realidad, fue fruto de un largo proceso", acota.
Semanas antes, habían tenido lugar negociaciones secretas con las autoridades, a través de intermediarios. El principio "había sido acordado con el gobierno socialista de (José Luis Rodríguez) Zapatero", contó uno de los jefes históricos de ETA, Josu Ternera, en una entrevista reciente con AFP.
Estas negociaciones desembocaron en una conferencia internacional de paz, el 17 de octubre de 2011, en el palacio de Aiete en San Sebastián, con participación del ex secretario general de Naciones Unidas Kofi Annan, en la que se pidió a ETA abandonar la lucha armada para "promover la reconciliación".
En ese momento, la organización vasca se encontraba muy débil. Buena parte de sus líderes habían sido detenidos y sus depósitos de armas descubiertos por las autoridades.
"ETA se encontraba en un punto muerto, tanto en el plano militar como en el político", estima Eguzki Urteaga, profesor de la Universidad del País Vasco, que destaca la gran presión social sobre la banda para "cambiar de estrategia".
"Durante el franquismo, ETA se benefició del apoyo de una parte de la población opuesta al régimen. Pero después el rechazo a la lucha armada no dejó de aumentar, sobre todo a partir de 1995, cuando ETA decidió ampliar sus objetivos a miembros de la sociedad civil", explica.
Un análisis compartido por Rafael Leonisio Calvo, para quien ETA se hallaba en un "callejón sin salida".
Heridas por cicatrizar
El fin de la lucha armada, un año después de la última muerte atribuida a la organización (un policía francés abatido en 2010), parecía por tanto inevitable.
A partir de entonces, ETA llevó adelante un proceso de pacificación que la condujo a entregar sus armas el 8 de abril de 2017, pedir perdón a las víctimas en abril de 2018 y anunciar su disolución definitiva el 3 de mayo de 2018.
Pero a tres años de su desaparición, los resentimientos siguen vivos, lo cual se demostró en septiembre pasado, cuando una manifestación, finalmente desconvocada, para pedir la excarcelación del etarra Henri Parot, condenado por 39 asesinatos, provocó gran polémica y movilizaciones en contra.
"En estos diez años hemos avanzado (...) aunque todavía hay heridas que deben cicatrizar", reconoció el domingo el presidente regional del País Vasco, el nacionalista moderado Iñigo Urkullu, quien exigió "una valoración clara y compartida sobre la injusticia de la violencia" de ETA.
El lunes, los herederos del brazo político de ETA reconocieron sin ambigüedad "el dolor" causado a las víctimas por parte de la organización separatista vasca, algo que "nunca debió haberse producido".
Un mensaje recibido con cautela este martes por el gobierno del socialista Pedro Sánchez. "Este es un paso insuficiente", juzgó la portavoz, Isabel Rodríguez, quien llamó a la izquierda separatista a "condenar" los homenajes a los exetarras cuando salen de prisión. (RFI)