El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, es de los líderes mundiales que ha decidido viajar a Nueva York para participar la semana próxima en la asamblea general de Naciones Unidas pese a la pandemia. Pero a diferencia de la inmensa mayoría de sus homólogos en todo el mundo, el brasileño desprecia la eficacia de las vacunas. Bolsonaro, que tuvo covid-19 sin efectos graves, volvió a proclamar el martes pasado ante sus seguidores que no ha recibido la inyección. La ONU exige que todos los invitados a la gran cita anual de la diplomacia mundial estén vacunados, pero no va a pedir un certificado. Confía en un código de honor, la palabra de cada mandatario.
Ni el ultraderechista ni su equipo han explicado cómo resolverán el aparente conflicto con las normas impuestas con motivo de la pandemia. ¿Estará vacunado aunque no lo haya admitido? ¿Se vacunará antes de viajar a Nueva York? Lo que sí se sabe es que Bolsonaro será el primer orador. Como es tradición, el discurso del presidente de Brasil abrirá la solemne sesión, un privilegio que el país se ganó por su tradición de no alineado.
“Viajo el domingo, hago el discurso de apertura el martes y luego regreso”, proclamó este jueves en su alocución semanal por Facebook, donde sus intervenciones suelen ser a la medida de sus seguidores más incondicionales.
Pese a que durante toda la epidemia el mandatario ha promocionado medicamentos ineficaces y un discurso antivacunas, los brasileños confían en las inyecciones y se están inmunizando a muy buen ritmo. El 37% de los adultos ha recibido las dos dosis; y un 69%, ya tiene la primera, pese a que la desidia del Gobierno federal, no de los Estados, lastró el inicio de la campaña.
La pandemia ha causado graves estragos en Brasil, el segundo país con más muertos detrás de Estados Unidos y el octavo en fallecidos per cápita. El coronavirus se ha llevado por delante las vidas de casi 600.000 personas y el 10% de los 210 millones de habitantes se ha contagiado.
Oficialmente Bolsonaro no está vacunado. El asunto es polémico entre otros motivos porque el jefe del Estado impuso hace muchos meses cien años de secreto oficial respecto a su cartilla de vacunación. La presión dentro del Gabinete era tan intensa que uno de sus ministros fue a inmunizarse a escondidas. Y una de las proclamas de Bolsonaro —”si te vacunas, te convertirás en cocodrilo”— triunfó. Protagoniza miles de memes y es el chiste más repetido en esta pandemia. Muchos fueron a vacunarse disfrazados del reptil.
El líder de extrema derecha avisó este jueves de que en su intervención va a explicar “las verdades de Brasil” pero sin detallar mucho más. Solo adelantó que mencionará un caso judicial que estas últimas semanas ha sido debatido por el Tribunal Supremo y que afecta de lleno a los derechos de los indígenas a reclamar las tierras que habitaron sus antepasados y, en consecuencia, al potencial de expandir los cultivos que tan lucrativos son para el sector agropecuario. Bolsonaro es partidario de priorizar la producción agrícola por encima de los derechos de los descendientes de los nativos y de su eficacia para proteger el medio ambiente y mitigar la crisis climática.
El Brasil de Bolsonaro se ha convertido en un villano ambiental por el aumento de la deforestación en Amazonia y la proliferación de incendios para expandir los pastos.
Cómo Bolsonaro dinamita las instituciones: el caso de la fundación del Brasil negro
El presidente de la institución creada para promover la aportación de los afrobrasileños, Sérgio Camargo, es un derechista negro que acusa a los activistas antirracistas de ir de víctimas
El periodista brasileño Sérgio Camargo, que se presenta como un “negro de derechas antivictimista y enemigo de lo políticamente correcto”, considera que los activistas antirracistas son una panda de quejicas llorones, izquierdistas a los que atacar con saña. Sería pura anécdota si no presidiera una institución pública por encargo del presidente Jair Bolsonaro. Y no una cualquiera. Camargo dirige la Fundación Cultural Palmares, cuya misión es precisamente promocionar y preservar la aportación cultural, histórica, social y económica de los ciudadanos negros a la sociedad brasileña. El periodista de 56 años disfruta provocando con afirmaciones como “¡Las vidas negras importan es el eslogan de negros racistas e hipócritas!”. Es, sobre todo, el exponente más grotesco de la estrategia bolsonarista para dinamitar las instituciones que no tienen cabida en su idea de Brasil. Tras el aparente caos, existe un plan.
Desde su llegada al poder hace casi tres años, Bolsonaro y su Gobierno llevan a cabo una metódica política para debilitar el entramado institucional en el ámbito de la cultura, del medio ambiente o los indígenas. El caso de la Fundación Palmares llama la atención por la peculiar figura de Camargo, las bombas que lanza día sí día también en forma de tuit y sus ataques frontales a los defensores de los derechos de los negros en un momento en que el racismo sistémico ha entrado de lleno en el debate político de Estados Unidos y algunos países de Europa. También en Brasil, construido durante 350 años por africanos esclavizados y donde los negros y mestizos no son una minoría, sino el 54% de la población.
La abogada Sheila de Carvalho, de la Coalición Negra por los Derechos, sostiene que Camargo “tiene poquísima legitimidad para presidir la fundación”. Añade que fue colocado ahí con una misión: “Sérgio Camargo es parte del proyecto bolsonarista que está centrado en invisibilizar y exterminar a los grupos vulnerables, incluida la población negra”, afirma en una entrevista telefónica.
Este jueves anunciaba el antiguo periodista que Instagram le había desactivado la cuenta “por contar verdades sobre África y la inutilidad del movimiento negro”. Su cuenta de Twitter es una sucesión de afirmaciones incendiarias. Una perla de esta semana: “Negros, la izquierda quiere esclavizaros, porque para ellos somos una subraza, personas incapaces de nada, excepto servirles”.
La Fundación Palmares nació en 1988, como otras muchas y diversas instituciones, al amparo de la Constitución aprobada para afianzar el nuevo Brasil democrático tras dos décadas de dictadura. Siempre fue una de las hermanas pobres del Ministerio de Cultura. En la última década su presupuesto cayó un 75%, según una información obtenida por Alma Preta, un digital centrado en los brasileños negros.
Pero la llegada de Bolsonaro al poder ha supuesto la entrada del caballo de Troya por la puerta principal. Hace unos meses intentó depurar la lista de personalidades ilustres: eliminó al multipremiado cantante Gilberto Gil, que fue ministro de Cultura con Lula da Silva, o a Marina Silva, la candidata que intentó alcanzar la presidencia con una agenda ecologista, entre otros. E incorporó al policía militar Vitor Farias, fallecido en acto de servicio.
También encargó una auditoría de los casi 10.000 volúmenes de la biblioteca. La conclusión, según explicó Camargo, fue que más de la mitad no tenían relación con la temática negra y sino que eran obras relativas a la revolución sexual, la idolatría de criminales, revoluciones marxistas, técnicas de guerrilla, etcétera. La criba afectaba a Marx, Lenin, Max Weber... Su intento de purgar la biblioteca y depurar el listado de ilustres fue frenado en los tribunales.
Explica la activista que la Coalición Negra por los Derechos, que agrupa a 200 organizaciones, mantiene el ojo atento para acudir a los tribunales o activar a diputados y senadores. Otra de las competencias de la Fundación Palmares es reconocer los quilombos, asentamientos urbanos creados por los esclavos tras la abolición. Este Gobierno no ha legalizado ninguno como tampoco reservas naturales o tierras indígenas.
La activista De Carvalho acusa al Gobierno de tener una agenda racista. “¿Quién muere de hambre en Brasil, quién muere más de covid, quién muere más de violencia policial?”, plantea. Las estadísticas dicen claramente que los brasileños negros. La desigualdad que desgarra Brasil empezó a germinar durante la esclavitud, que solo fue abolida a finales del XIX. Pero el presidente de la fundación sostiene que algunas cosas buenas trajo: “La esclavitud fue terrible, pero beneficiosa para los descendientes. Los negros de Brasil viven mejor que los negros de África”, escribió antes de ser oficialmente designado para el cargo. Su discurso no se ha atemperado un ápice desde que preside la institución. Como Bolsonaro, Salvini o Trump, equipara la izquierda al comunismo totalitario y considera la corrección política un corsé castrante.
El movimiento negro brasileño confía en que, más allá de sus palabras, cuando se vaya quede algo a partir de cual iniciar la reconstrucción. (AFP)