que en el país existen más 100 organizaciones con fines políticos, y pareciese que no tiene fin…el permanente fraccionalismo que todos los días los hace, “separarse y reagruparse”, en la que cada uno de sus dirigentes políticos…tienen un ego tan grande y muy mal administrado, que no cabrían todos en el mismo lugar y a la misma hora…ya que empezarían con su particular narcisismo político derechista: ¿Quiénes van asistir a esa reunión?…¿van a estar todo?…¿usted sabe si va estar fulano de tal?…¿quiénes van a presidir la reunión y estarán sentados en la parte delantera?…¿cuantas personas van a hablar?…¿Habrá un moderador?…¿cuáles medios van a cubrir la actividad?…¿quién va dar las declaraciones a la prensa?…y para gran parte de esa dirigencia política, si esas preguntas no tienen respuestas satisfactoria lo más probable es que no asistan…
Actualmente resaltan varios tipos de divisiones…que van desde “la racionalidad” de lo ideológico y estratégico…hasta “la emocionalidad”, tales como: “el tú me caes mal”…”el no puedo estar cerca de él”…”el tú no eres el jefe de la oposición, soy yo”…hay otras particulares diferencias, en la que es importante realizar una curiosa observación: las peores ofensas y acusaciones que le hacen a un dirigente opositor, son hechas por otro dirigente opositor…que van desde los que acusan de “colaboracionista” a los que participan en los procesos electorales y otro grupo se defiende diciéndoles “radicales abstencionistas”…entre los que favorecen las sanciones y los bloqueos y los grupos que consideran que esas medidas coercitivas, les están haciendo un daño tremendo al pueblo venezolano y que el camino debe ser pacífico y electoral…y están los que piensan que la única forma de salir de Maduro, es por una medida de fuerza (son pro imperialista)…les gustan las vías inconstitucionales y son amigos de la presión internacional…y están los que consideran como inaceptables, (son de la derecha moderada) las intromisiones en nuestros asuntos internos…
EL PROBLEMA SIEMPRE FUE ALMAGRO
Una de las más acertadas decisiones del comandante Chávez como estratega excepcional en el campo de la política, fue la de darle el debido lapso a aquellos procesos en los que en una primera aproximación el común de los políticos tienden a precipitarse.
Fue precisamente con esa estrategia como logró derrotar las pretensiones golpistas de la dirigencia opositora cuando ésta llamó a sublevarse en la Plaza Altamira de Caracas, evento que toda la dirigencia revolucionaria (e incluso la militancia de a pie) consideraba que debía ser disuelto, con el uso de la fuerza militar si fuese necesario, ante la inminente amenaza que en un primer momento parecía representar para la Revolución aquel demencial despropósito.
El comandante llamó entonces a la ponderación y a la calma, y su frase “Dejémoslos que se cocinen en su propia salsa”, pasó a la historia como una consigna de claridad imperecedera dado el bochornoso fracaso que a la postre significó para la derecha aquella insensata y ridícula iniciativa golpista.
Exactamente igual a lo que hoy experimenta quien hasta hace poco era visto como la más poderosa arma jamás usada por el imperio norteamericano y la derecha continental contra el proceso revolucionario venezolano, en la repugnante figura del Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro.
Efectivamente, lo que en algún momento llegó a ser el portentoso vocero de toda la derecha latinoamericana al frente del más brutal y perverso asedio contra un pueblo noble y pacífico como el venezolano, no es hoy sino el destartalado gestor del fracaso de las más cuestionadas acciones nunca antes perpetradas contra la integridad y la cooperación entre las naciones del Continente, como las que él personalmente ha emprendido desde el primer día de su desempeño en el cargo.
El repudio hacia su gestión, categóricamente expresado esta semana por el Canciller mexicano, es solo el corolario de los múltiples señalamientos que ha acumulado con su persistencia en el intervencionismo y la desestabilización de gobiernos progresistas en la región.
A medida que transcurre el tiempo, el carácter despreciable de Almagro irá quedando cada vez más en evidencia. Será indiscutible que el problema nunca fue Venezuela sino él. (Últimas noticias)