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El presidente turco, que hasta ahora se había confiado a la vivaz protesta de su diplomacia, decidió intervenir en primera persona.
"Antes de decir algo semejante a Tayyip Erdogan debes conocer su historia, pero hemos visto que no la conoces. Eres una persona que fue designada, no elegida", atacó el mandatario, relanzando la referencia al fascismo y a la dictadura de Benito Mussolini que gente de su entorno había hecho en los últimos días.
Palabras pronunciadas con calma, casi susurradas en una charla con jóvenes en la suntuosa biblioteca de su palacio presidencial de Ankara, la más grande de Turquía.
Por una vez, Erdogan alza el tono pero no grita. Más bien ostenta calma, casi indiferencia.
"Lo que sea que diga el premier italiano, no se preocupen.
Pensemos en nuestros asuntos", respondió a una joven que le preguntó cómo había reaccionado al imprevisto calificativo de "dictador".
"En un momento en que esperábamos que las relaciones entre Turquía e Italia llegaran a buen puerto, este hombre llamado Draghi lamentablemente dañó estas relaciones", volvió a acusar Erdogan, denunciando también una "total impertinencia" hacia él.
Pocas palabras, que vuelven a poner sobre la mesa todos los ataques a Italia desencadenados en los últimos días a través de ministros y partidarios, volviendo a encender la mecha de las tensiones.
En la convocatoria en caliente del embajador italiano en Ankara, Massimo Gaiani, Turquía había pedido que Italia diera marcha atrás, pero eso no se produjo.
Desde entonces, la diplomacia trabaja en bambalinas para intentar recomponer la crisis y suavizar las posturas.
Al margen de la condena, el gobierno de Ankara todavía no dio pasos oficiales hacia una nueva escalada: pero siguen sobre la mesa las temidas repercusiones del caso en las florecientes relaciones económicas, que hoy Erdogan consideró en riesgo.
Un intercambio que antes de la pandemia rozaba los 18.000 millones de dólares, y que también en el año de la gran crisis del Covid quedó por encima de los 15.000 millones.
Los temores a las represalias y boicots, como ya ocurrió durante crisis diplomáticas con otros países europeos, con Francia a la cabeza, no faltan.
Más allá de los trascendidos de los últimos días sobre el posible congelamiento de algunas apuestas, en particular en el sector de defensa, miran con ansiedad la situación las aproximadamente 1.500 empresas italianas activas en varios campos en Turquía, desde las maquinarias industriales a la química.
Además de gigantes como Barilla y Astaldi, Stellantis y Ferrero, que se aprovisiona de buena parte de sus avellanas -producto esencial de la Nutella- en el área del Mar Negro.
Pero los temores conciernen también a los mercados turcos, que en los primeros dos meses del año, en un momento de crisis entre la emergencia sanitaria y la fragilidad de la lira, habían hallado en Italia el primer inversor mundial.
El trasfondo de las palabras son los grandes desafíos geopolíticos que protagonizan Italia y Turquía.
Ayer, comentando la visita de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, la semana pasada (pero sin tocar el "sofá-gate", que según Ankara es un enfrentamiento interno del poder en Bruselas), Erdogan había vuelto a evocar como única ambición de su país la plena adhesión a la Unión Europea.
Una eventualidad que varias voces cuestiones en Europa, y que podría alejarse más todavía en caso de enfriarse las relaciones con Roma.
Además hay todo un partido en juego en Libia, donde Draghi y Erdogan ya lanzaron una competencia para asegurarse un papel clave en el proceso de reconstrucción.
La política italiana, entretanto, respalda a Draghi. "Hoy más que nunca estoy con el presidente Draghi, la democracia, la libertad, Occidente", escribió en un tuit el líder de la Liga, Matteo Salvini.
Y por el Partido Democrático habló la responsable de Exteriores, Lia Quartapelle: "Hace años que la actitud y decisiones de Erdogan alejan a Turquía de los aliados y contrapartes estratégicas. También hoy, herido en lo más vivo por Draghi, hace prevalecer el rencor y pronuncia palabras inaceptables. Turquía estará más sola".
Y la diputada del Partido Democrático en el Parlamento Europeo Pina Picierno defendió también a Draghi: "Erdogan se coloca siempre en las antípodas respecto del concepto de democracia. A pesar de ello, se permite impartir lecciones a Mario Draghi. Olvida que nuestro premier recibió la confianza del Parlamento, máxima expresión de la soberanía popular y por lo tanto de la democracia", sostuvo Picierno en un comunicado.
El texto agrega que "todo esto no es de extrañar, dado que Erdogan está acostumbrado a gobernar a través de detenciones, violencia e imposiciones en detrimento de los más débiles".
Y el secretario nacional del partido Izquierda Italiana, Nicola Fratoianni, afirmó que es "realmente estimulante" que "el señor Erdogan, quien arresta a parlamentarios de la oposición, bombardea poblados kurdos, quiera dar lecciones de estilo y educación al presidente del Consejo italiano".
Agregó que "Draghi, al definirlo (a Erdogan) como dictador, solo dijo la verdad.
Salvini más que nunca con Draghi y Occidente
"Hoy más que nunca estoy con el presidente (del Consejo de Ministros, Mario) Draghi, la democracia, la libertad, Occidente. #Erdogan".
Lo escribió, en un mensaje difundido vía Twitter, el líder de la Liga italiana, Matteo Salvi, en una nueva expresión de apoyo de la política al premier italiano, descalificado hoy por el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en reacción a las declaraciones de Draghi, que hace una semana lo llamó "dictador". (ANSA).