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Estos forman su identidad como urbes apoyadas por las comunidades que las habitan, las cuales esperan contar en el mañana cercano con una especie de ficción compartida en su desarrollo. Y para eso están los procesos destinados a elegir a las autoridades que llevarán las riendas de ese futuro.
Lo singular es que la población siempre vio las campañas políticas en una ciudad libre de proyectarla y disfrutarla, empero, hoy los nuevos tiempos ni siquiera dan la posibilidad de vivirla en libertad. Esto por las recomendaciones y cuidados personales que exige el tan mentado coronavirus.
Lo interesante y notorio del momento, sin embargo, es cómo la ciudadanía manipula el tiempo y el espacio. Y mucho más porque son momentos eclipsados por el delirio de las próximas elecciones y por el apoyo al partido político al que se piensa favorecer con el voto.
Si bien nadie niega que aún existen ideales políticos, tampoco se puede afirmar que todas las fuerzas partidarias participantes tengan visiones claras sobre el mañana de esta ciudad y menos cuáles son de prioridad. Por tanto, esa perspectiva debiera ser general y de interrelación entre la lógica de hacer ciudad y la revisión de qué es lo que se requiere para proyectarla al futuro.
Así, lo importante no solo es saber que se deben ganar los comicios, sino que ese triunfo debe estar respaldado en la calidad de las propuestas rumbo al porvenir de esta urbe. No obstante, pareciera que La Paz necesita mayor claridad sobre el camino que debe transitar. Esto porque va quedándose atrás en su desarrollo y mucho más en su crecimiento territorial planificado.
Pese a ello, no falta la algarabía, el gran deseo y amor por esta ciudad de parte de la población; sentimientos que son tan grandes que no dejan de emocionar. Este tiempo de elección de las futuras autoridades nos da la posibilidad no solo de definir con nuestro voto la atención que requiere una ciudad dominada por la política, sino de establecer una mirada clara hacia un futuro mejor. Esto apoyado por los distintos cambios que colaboren en construirla para un mañana prometedor. Por tanto, son momentos que obligan a tomar la decisión más beneficiosa para este departamento.
Y es justamente el día de la elección la única oportunidad en la que nos encontramos totalmente solos para manifestar en libertad nuestros anhelos e ideales de contar con la ciudad contemporánea que recupere el ámbito humanizador, autentica metrópolis y para ello dar el voto al postulante que nos convenza mejor.
Esa jornada se constituye en una especie de dispositivo democrático tanto de libertad de acción como decisión, respaldado en el anonimato del sufragio que permite elegir conscientemente y en libertad al representante que llevará adelante los ideales, sueños y esperanzas, pero también los planes y programas.
Una fiesta democrática en la que tendrán un peso determinante aquellas propuestas con una fundamentación sólida para su ejecución en beneficio de La Paz.
Como es obvio, el día de los comicios predomina un aire político en los recintos de votación, así como la matemática del número de sufragios. Aun así, la ciudadanía no debiera dejar al azar su voto, ya que son momentos en que su decisión colaborará a definir el destino de La Paz.
Esperemos que el domingo 7 de marzo la alta tensión emocional de la política no convierta a las elecciones en una catarsis colectiva. (La Razón-Bolivia)