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El estudio es obra de un equipo que incluye a Zachary Freyberg y Despoina Aslanoglou, ambos de la Universidad de Pittsburgh en Estados Unidos, y se ha publicado en la revista académica Translational Psychiatry.
Los autores del nuevo estudio han descubierto que unos fármacos antipsicóticos de uso común no solo bloquean la señalización de la dopamina en el cerebro, sino que también lo hacen en el páncreas, lo que conduce a una producción incontrolada de hormonas reguladoras de la glucosa en sangre y, a la larga, a la obesidad y la diabetes.
La dopamina es un neurotransmisor que actúa como mensajero químico entre las neuronas y se sabe que interviene en el placer, la motivación y el aprendizaje. Y los medicamentos antipsicóticos como la clozapina, la olanzapina y el haloperidol alivian las alucinaciones y los delirios al bloquear un subtipo de receptores dopaminérgicos en el cerebro llamados “receptores D2–like” y evitar que las moléculas de dopamina causen efectos neurológicos.
Pero, tal como han descubierto los autores del estudio, las cosas no son tan simples.
El páncreas humano contiene unas estructuras diminutas llamadas islotes pancreáticos, que están formadas por células alfa y beta cuya función es producir y secretar hormonas que regulan la glucosa en sangre. Las células alfa producen glucagón para elevar la glucosa en sangre, y las células beta producen insulina para reducir la glucosa en sangre hasta alcanzar un nivel normal.
Basta con que se rompa una sola pieza de la maquinaria de regulación de la glucosa para que nuestro cuerpo empiece a sufrir las consecuencias. Un nivel bajo de glucosa en sangre nos hace sentirnos mareados y débiles, mientras que un nivel alto de glucosa en sangre (cuando se mantiene durante mucho tiempo) provoca diabetes y otros trastornos en el sistema cardiovascular.
El equipo de Freyberg descubrió que tanto las células alfa como las beta del páncreas pueden producir su propia dopamina, lo que confirma que sus efectos no se limitan al cerebro. Es más, mientras que las células beta dependen principalmente de la captación del precursor de la dopamina L-DOPA, las alfa pueden fabricar L-DOPA desde cero y aumentar su producción en respuesta a la glucosa. Esto plantea la posibilidad de que las células alfa puedan utilizar la dopamina no sólo para enviar señales a sus propios receptores, sino también para suministrarla a las células beta, donde actúa sobre los receptores D2-like e inhibe la secreción de insulina.
Inesperadamente, los investigadores descubrieron que la dopamina pancreática también puede actuar sobre receptores preparados para reconocer otras moléculas, como los mensajeros del impulso instintivo de "lucha o huye", la adrenalina y la noradrenalina.
Los científicos demostraron que, a bajas concentraciones, la dopamina se une principalmente a los receptores dopaminérgicos D2-like inhibidores y bloquea la liberación de insulina o glucagón. Sin embargo, en concentraciones elevadas, la dopamina también puede unirse a los receptores beta-adrenérgicos y convertirse en estimulante, impulsando los efectos hiperglucémicos de la liberación de glucagón en las células alfa y, al mismo tiempo, inhibiendo la liberación de insulina en las células beta a través de los receptores alfa-adrenérgicos inhibidores.
En conjunto, estos hallazgos explican finalmente cómo los pacientes de esquizofrenia y trastorno bipolar desarrollan el síndrome metabólico después de recibir tratamiento psiquiátrico. El bloqueo de los receptores dopaminérgicos inhibidores con los fármacos antipsicóticos provoca un círculo vicioso: el freno se quita y la liberación de insulina y la de glucagón se descontrolan, desensibilizando rápidamente el organismo y propagando aún más la hiperinsulimia, la hiperglucemia y, finalmente, la obesidad y la diabetes. (Fuente: NCYT de Amazings)