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Lilla Magyari, Zsófia Huszár, Andrea Turzó y Attila Andics, todos de la Universidad Eötvös Loránd en Hungría, plantearon la hipótesis de que a pesar de las habilidades auditivas de los perros, similares a las de los humanos, para analizar los sonidos del habla, los perros podrían estar menos preparados que los humanos para atender a todas las diferencias entre los sonidos del habla cuando escuchan palabras humanas.
A fin de verificar la validez de esta idea, los investigadores desarrollaron un procedimiento para medir la actividad eléctrica en el cerebro de forma no invasiva en perros domésticos despiertos y no entrenados para el experimento. La electroencefalografía (EEG) es una técnica que se utiliza a menudo en estudios clínicos y de investigación en humanos y también se ha aplicado con éxito en perros, dormidos o despiertos pero entrenados y estando tranquilos. Sin embargo, en el nuevo estudio, los investigadores midieron la actividad cerebral con electroencefalografía en perros despiertos y tranquilos pero sin ningún tipo de entrenamiento específico.
Los investigadores invitaron a los perros y a sus dueños al laboratorio. Después de que el perro se familiarizara con la habitación y los experimentadores, estos le pedían al dueño que se sentara en un colchón junto con su perro, en lo que se planeó como un rato de relajación para los animales. Los experimentadores aprovechaban la ocasión para sujetar electrodos en la cabeza del perro. Con los electrodos puestos, los perros escuchaban palabras grabadas en una cinta. Algunas eran palabras que conocían (por ejemplo, "siéntate"). Otras eran palabras que sonaban similares a esas pero que no tenían significado alguno. Otras tampoco tenían significado pero sonaban muy diferentes de las del primer tipo.
El análisis de la actividad cerebral eléctrica grabada mostró que los cerebros de los perros discriminaban claramente y en fracciones de segundo las palabras conocidas de las palabras desconocidas (sin significado) que sonaban muy distintas de las del primer tipo. Este patrón concuerda con el observado en estudios similares realizados sobre humanos que muestran que la reacción del cerebro humano a las palabras con significado es distinta de su reacción ante las palabras que carecen de significado. La diferencia entre ambas reacciones es evidente tras unos pocos cientos de milisegundos.
Sin embargo, los cerebros de los perros no reaccionaron ante palabras conocidas de manera distinta a como lo hicieron ante palabras sin significado que se parecían bastante a las conocidas (diferían en un solo sonido del habla). Este patrón es más similar al observado en los resultados de experimentos similares con bebés humanos de alrededor de 14 meses de edad. Cuando los bebés tienen entre 14 y 20 meses de edad, se vuelven muy eficientes en el procesamiento de los detalles fonéticos de las palabras, lo cual es un importante prerrequisito para el desarrollo de un vocabulario relativamente amplio. Pero los bebés más pequeños no procesan los detalles fonéticos de las palabras en ciertas situaciones, a pesar de que son capaces de diferenciar los sonidos del habla de manera perceptiva pocas semanas después de nacer.
El estudio se titula "Event-related potentials reveal limited readiness to access phonetic details during word processing in dogs" y fue publicado en la revista académica Royal Society Open Science. (Fuente: NCYT de Amazings)