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El efecto se produce como consecuencia de que las actividades humanas (por ejemplo, el uso de máquinas y vehículos) generan calor y el entorno artificial urbano (estructuras ricas en hormigón y asfalto) retienen ese calor y el natural, con el resultado final de que al anochecer las ciudades no se enfrían tan rápido como las áreas rurales. La abundancia de edificios, que dificulta la circulación del viento, impide además que este refresque el interior de la ciudad como sí lo haría si el grado de edificación fuera más propio de una zona rural que de una urbana y en consecuencia el viento pudiera circular por todos los rincones.
El aumento de la población mundial obliga a seguir edificando y muchas ciudades crecerán más. Ello amenaza con intensificar la incidencia del efecto isla de calor urbana en muchas zonas.
El equipo de Prashant Kumar, de la Universidad de Surrey en el Reino Unido, ha examinado esta amenaza futura y ha llegado a la conclusión de que la “infraestructura verde”, o sea toda presencia vegetal, desde los árboles en las aceras hasta los parques llenos de vegetación, puede ayudar a reducir las temperaturas en muchas de las ciudades y pueblos de Europa.
Además, tomando como referencia la localidad británica de Guildford, los autores del estudio realizaron simulaciones climáticas bajo diferentes tipos de infraestructura verde (árboles, terrenos con hierba y tejados cubiertos con plantas) a fin de determinar con cuál de los tipos se lograría la mayor disminución de temperatura.
Los resultados de las simulaciones indican que los árboles son la forma más efectiva de infraestructura verde.
El equipo también encontró que los árboles son la mejor solución para la reducción de los picos de temperatura porque ofrecen sombra más eficazmente y porque ayudan a la mezcla aerodinámica del aire mediante una mayor turbulencia. (Fuente: NCYT de Amazings)