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Los macronutrientes son la principal fuente de energía de los alimentos que comemos, y se clasifican en tres grandes grupos: proteínas, grasas y carbohidratos.
El equipo de Alistair Senior, de la Universidad de Sídney en Australia, ha descubierto que el riesgo de muerte en las primeras etapas de la vida se reduce al mínimo cuando el suministro es relativamente alto en grasas y proteínas. Sin embargo, en las etapas posteriores de la vida, la reducción del suministro de energía proveniente de las grasas y su sustitución por la que suministran los carbohidratos es el principal cambio en la configuración que ofrece la menor mortalidad.
Concretamente, los investigadores hallaron que el suministro calórico total por persona y día asociado a una mortalidad mínima se mantiene relativamente estable a lo largo de la vida, mientras que no ocurre así con la composición de la ingesta calórica en términos de proteínas, grasas y carbohidratos.
Antes de los 50 años de edad, la proporción que más minimiza el grado de mortalidad es aquella en la que entre el 40 y el 45 por ciento de la energía total proviene de las grasas, otro 40-45 por ciento lo aportan los carbohidratos y el 16 por ciento restante proviene de las proteínas.
Sin embargo, después de los 50 años, un aporte de tan solo el 22 por ciento de la energía total realizado por las grasas, otro del 11 por ciento de la energía total realizado por las proteínas, y el resto suministrado por los carbohidratos, parece estar asociado con la menor tasa de mortalidad.
Por otra parte, como ya era previsible, el estudio constató que en las naciones más desfavorecidas la desnutrición y sus daños en la salud resultan evidentes, mientras que en los países ricos los efectos de la sobrealimentación también son notables, destacando el consumo excesivo de grasas y carbohidratos que acarrean un aumento de la mortalidad. (Fuente: NCYT de Amazings)