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Uno de los aspectos que se reveló con la pandemia del coronavirus es la crisis de liderazgo en la que se encuentra el mundo actual. Son muy pocos los gobernantes que han estado a la altura de la situación y menos aún los que han dado señales de verdadera capacidad para motivar a la sociedad hacia la ruta adecuada.
Hay una idea que recorre buena parte de las naciones actualmente y es la de estar siendo gobernados por personas poco preparadas para la gestión y la toma de decisiones en un marco arriesgado en el que prima la incertidumbre.
En general, no estamos en las épocas de líderes brillantes al frente. Por norma, ha reinado la improvisación, cuando no lo ha hecho la mentira o la torpeza.
La crisis de liderazgo también se manifiesta en la imposibilidad de lograr algo que es crucial en una situación como esta: un frente común. El problema afecta a prácticamente toda la humanidad, pero hasta el momento en muchos casos ha primado el individualismo y el egoísmo.
También se requiere creatividad, pero hasta ahora la respuesta ha estado más teñida de autoritarismo.
LA CRISIS DE LIDERAZGO Y UN DILEMA QUE NO EXISTE
Son muchos los gobiernos que han hablado del dilema «economía vs. vida» para referirse a las cuarentenas obligatorias y la detención de la actividad económica que estas suponen. Para muchos, el sentido común dice que no hay dilema: la vida es un valor supremo y que la decisión de preservarla debe estar por encima de todo lo demás.
Lo que sucede en el fondo es que la mayoría de los líderes lo son solamente bajo determinadas circunstancias. Si la realidad reparte las cartas de una forma nueva, ya no saben qué hacer y por eso en muchos casos lo que intentan es volver a generar una situación de partida que conozcan.
Hay casos extremos, como el de Estados Unidos, donde se les aconseja a los ciudadanos “no estar al tanto de las noticias” para no estresarse y tratar de seguir con su vida habitual. Por otro lado, en Ecuador con cientos de personas muertas en la calle se quería seguir negando la gravedad de la situación.
Lo preocupante de esta crisis de liderazgo en particular es que ha cobrado vidas.
UNA CORRUPCIÓN GALOPANTE
Si en el sector público ha primado la mala gestión, en el sector privado hemos visto como ha habido empresas que han aprovechado la situación para intentar maximizar su beneficio. Esto ha llevado a algunos Estados a regular el precio de determinados bienes de consumo, como pueden ser las mascarillas.
Europol encontró también más de 2 000 páginas web que comercializaban fármacos engañosos, cuando no peligrosos, supuestamente para detener el coronavirus. Así mismo, se dispararon los delitos informáticos. Así, podríamos decir que una parte del sector privado solo ha asumido un liderazgo más que censurable.
Por otro lado, en algunos países ha salido a la luz una profunda corrupción en el Estado. En Colombia, por ejemplo, donde cientos de miles de personas viven la cuarentena en hambre, algunos funcionarios, e incluso gobernantes, elevaron el precio de las provisiones que le serían entregadas a los más pobres para quedarse con el excedente del precio real.
AUSENCIA DE AUTORIDAD Y CREATIVIDAD
Muchos de los gobernantes del mundo actual tienen el poder, pero no autoridad sobre sus pueblos. Una de las formas en que se manifiesta la crisis de liderazgo es la desconfianza que muchas sociedades manifiestan hacia quienes les gobiernan. A veces por considerarlos corruptos, otras veces porque no muestran virtudes especiales y, en otras ocasiones, por su franca torpeza.
En la actual crisis, la mayoría de los gobiernos han seguido un plan, sin plan realmente. A la vieja usanza, se decretaron las cuarentenas y las variaciones a las mismas solo han sido fruto del afán por reactivar la producción, pero no de la creación de una perspectiva innovadora.
Es obvio que la situación tomó a todo el mundo por sorpresa y apenas se está comenzando a reaccionar, pero aún no aparecen señales de creatividad en buena parte de los gobernantes.
Incluso algunas sociedades se han mostrado más proactivas que muchos gobiernos. En Río de Janeiro (Brasil), por ejemplo, las «pandillas» decretaron la cuarentena, ante la reticencia del presidente Jair Bolsonaro a hacerlo. En otros países, hay particulares que comenzaron a producir máquinas respiradoras, gel desinfectante o mascarillas para suplir su carencia.
La situación actual ha desafiado la capacidad de los gobernantes y muchos de ellos no están saliendo bien librados. Aún no se sabe cómo saldrá el mundo de esta situación, pero sí es previsible que haya cambios en la configuración del poder.
Las sociedades son cada vez más conscientes de qué es lo verdaderamente esencial en un Estado y qué no. (Lic. Sergio De Dios González)