Los Estados Unidos han acusado abiertamente a Rusia de mandar aviones guerra desde su territorio hasta Libia, para apoyar a la facción de Jalifa Haftar. Según el general Stephen Townsend, el Kremlin estaría detrás del grupo de cazabombarderos que la semana pasada aterrizaron en el país norteafricano. El jefe del comando de EE.UU. para África (Africom), ha mostrado fotos de lo que parecen ser dos Mig-29 Fulcrum y un Sujói Su-24 Fencer en vuelo. Estos aviones, según el militar, habrían sido repintados en la base rusa de Jmeimim, en Siria, para disimular su origen. Es un secreto a voces que la empresa de seguridad Wagner, vinculada al oligarca Yevgueni Prigozhin, más conocido como el chef de Putin, tiene a mercenarios sobre el terreno, como los ha tenido en Siria. La llegada de estos aviones de origen ruso -que aunque no son de quinta generación, son de cuarta generación- manda un aviso a Turquía. A lo largo del último mes, los drones artillados operados por el ejército turco desde Trípoli, así como los mercenarios islamistas sirios a los que tutela, han desmantelado el asedio de Haftar a la capital. “Rusia claramente está tratando de inclinar la balanza a su favor en Libia. Está expandiendo su presencia militar en África utilizando a grupos mercenarios apoyados por el Gobierno”, ha afirmado el jefe de Africom. La denuncia norteamericana se produce días después de que el ministro de Interior del Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA) sostenido por la ONU en Trípoli, Fathi Bashaga, denunciara el aterrizaje en Libia de “seis aviones de combate rusos escoltados desde Siria por dos Sujói 35 rusos”. Trípoli también acusa a Haftar de haber minado varias de las casas que han dejado atrás, aunque el “mariscal” ni siquiera reconoce la retirada de sus leales, entre los que se contarían cientos de mercenarios de Wagner, recién evacuados en tres aviones rumbo a la base de Jufrah, que aún conservan, como todas las del este, tras perder una en el oeste hace una semana. Según Efe, además de Wagner otras tres empresas de mercenarios rusas están presentes en el este de Libia, RBS, Moran y Schift, las dos últimas, desde este año. Prueba de que Rusia trabaja mano a mano con los grandes apoyos de Haftar, que son Emiratos Árabes Unidos y Egipto, así como Arabia Saudí, todos ellos opuestos a la cofradía de los Hermanos Musulmanes. Para Washington, este acercamiento ruso a algunos de sus clientes y aliados más sólidos en la región levanta ampollas. La propia posición de EE.UU. en Libia es brumosa, ya que ha renunciado al primer plano desde que su embajador fuera asesinado en Bengasi en 2012. La división se extiende a la propia OTAN, donde hay miembros como Turquía y, más discretamente, Italia, que apoyan al gobierno de Trípoli, mientras otros, como Francia, están con Bengasi. Abu Dabi, por su parte, paga como mínimo las soldadas de los mercenarios sudaneses, si no de los demás. De hecho, según un informe de Naciones Unidas filtrado a un medio alemán, rusos, sirios y sudaneses no son los únicos mercenarios en Libia, pese a su embargo de armas. En el marco del denominado “Proyecto OPUS”, se habrían introducido desde Jordania, camuflados como geólogos, mercenarios de hasta una veintena de empresas de seguridad, procedentes de Australia, Francia, Malta, Sudáfrica, el Reino Unido y Estados Unidos. Todas ellas a favor de Haftar, un antiguo compañero de armas de Gaddafi y asiduo visitante de la U.R.S.S., antes de cambiar de bando para instalarse junto a la sede de la CIA en Langley, Virginia. Desde el cuartel general de Haftar en Bengasi ya han anunciado una próxima ofensiva aérea, con consecuencias impredecibles, en caso de que Turquía vuelva a derribar un caza ruso, aunque la nave y el piloto vuelen disfrazados de otra cosa. Aunque podría ser una treta de Moscú para forzar a Turquía a sentarse a negociar, tanto en el tablero libio como en el sirio, ahora vasos comunicantes. Un general de la fuerza aérea de EE.UU., Jeff Harrigian, ha advertido del cataclismo que supondría el control ruso de bases en la costa libia. Gadafi forzó a EE.UU. y Reino Unido a abandonar sus bases en Libia hace cincuenta años. Cabe añadir que, por la proximidad de las costas libias a Malta e Italia, el control del país supone también el de uno de los mayores grifos de la inmigración irregular y por consiguiente del clima político en la UE. Decenas de mercenarios de Wagner murieron hace dos años por bombardeos estadounidense, cuando intentaban arrebatar a Estado Islámico los pozos de petróleo de Deiz Ezzor antes de que lo hicieran estadounidenses y kurdos. Cabe decir que el oligarca Prigozhin cuenta con intereses en varios sectores, incluido el petróleo y los medios de comunicación. Sobre el papel, una empresa del perfil de Wagner está prohibida según la legislación rusa. Por lo que entra dentro del mismo territorio gris con el que Rusia se permitió mandar soldados sin insignias a Crimea o al Donbass. En EE.UU. en cambio, estos contratistas no solo son legales, sino que han sido claves en la privatización de la guerra en Afganistán y en Irak. El más conocido de estos exmilitares metidos a señores de la guerra, Erik Prince, fundó la célebre Blackrock (actualmente, Academi). Sus valores son tan apreciados en la Casa Blanca que su hermana, Betsy DeVos, es la actual Secretaria de Educación. (La Vanguardia)