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SÃO PAULO - Políticamente aislado, el presidente Jair Bolsonaro ha dado muestras de fragilidad emocional en la gestión de la crisis del coronavirus y ha buscado refugio en el sector militar para tratar de recuperar el control del Ejecutivo.
Al menos en una ocasión reciente, lloró ante los interlocutores del Palacio de Planalto que no formaban parte de su círculo más íntimo.
Se quejó de que sufría críticas incesantes y señaló rivales externos, destacando a los gobernadores João Doria (PSDB-SP) y Wilson Witzel (PSC-RJ).
Bolsonaro y los jefes de los estados han medido sus fuerzas. Por un lado, el presidente abogando por medidas de aislamiento social parcial para grupos de riesgo del Covid-19, al otro, gobernadores intentando adoptar las recomendaciones de cuarentena de la OMS.
El mandatario carece de apoyo interno unánime. Los ministros del Gobierno, comenzando con Luiz Henrique Mandetta (Sanidad), pero también el popular Sergio Moro (Justicia), defienden el aislamiento social. Paulo Guedes (Economía) dijo que prefería quedarse en casa "como ciudadano".
Como resultado, Bolsonaro recurrió a su origen nativo, el Ejército, cuyo ala en el gobierno se había fortalecido a principios de año. (Folha)